La Mota, el así llamado promontorio que domina la desembocadura del
río Tirón, primero de los afluentes del Ebro a su paso por
La Rioja, ha mostrado vestigios de asentamientos humanos que se remontan al Neolítico.
Punto estratégico y fácil de defender, ha constituido el lugar desde donde se ha ido expandiendo la ciudad a través de los siglos, dejando la huella indeleble de un pasado esplendoroso que se advierte fácilmente en los pétreos
monumentos que constituyen nuestro excepcional patrimonio histórico-
artístico.
La primera alusión a
Haro data del 1040, en un documento del rey navarro García Sánchez III de
Navarra "el de Nájera" en el que donaba a su esposa Estefanía de Foix, mediante la carta de arras, "Bilibium cum
Faro".13 De 1063 es el primer documento donde se cita la presencia de judíos en la villa. Pertenece a una donación de Sancho Garcés IV de Navarra al obispo de
Álava don Nuño, en la que le entregaba la heredad del judío Marlahim, situada en el término del Viano.
La villa fue donada por Alfonso VI de Castilla a Diego López I de Haro, 14 señor de
Vizcaya desde 1093, reafirmando su posesión Urraca de
León y Castilla hija de Alfonso VI por la ayuda que prestó este en las luchas contra su ex-marido el rey aragonés Alfonso I de
Aragón sobre el año 1110. Alfonso VIII concedió fuero a Haro, el 15 de mayo de 1187, conseguido por mediación de Diego López II de Haro, y que sería confirmado en 1254 por Alfonso X "el sabio". Alfonso VIII también concedió un fuero específico a los numerosos judíos de la aljama jarrera. En 1288 el
Castillo de Haro es asaltado, saqueado y destruido por Sancho IV "el Bravo". Poco después rebautizó la villa como Villabona y convocó las Cortes.
El 6 de agosto de 1358 se reúnen en Haro la junta de los principales
pueblos próximos: Vitoria, Logroño, Nájera,
Santo Domingo de la Calzada, Miranda de Ebro, Treviño,
Briones, Davalillo,
Labastida,
Salinillas de Buradón, Portillo, Salinas de Añana, La Puebla de Arganzón, Peñacerrada y
Santa Cruz de Campezo, para unirse y auxiliarse contra los malhechores o poderosos, formando las Ordenanzas.
Los lejanos acontecimientos históricos en que los López, señores de Vizcaya y de Haro, y posteriormente los Velasco, duques de Frías y Condes de Haro, recompensados por sus favores a la realeza a lo largo de los siglos XI al XV, tienen capital importancia para comprender el desarrollo económico de esta ciudad. Las grandes propiedades de la nobleza de Haro y los Fueros concedidos a la entonces Villa, atraen a campesinos y artesanos, florecen los diferentes gremios que van dando sus respectivos nombres a las
calles de los arrabales (ollerías, tenerías, etc.) y, como resultado, Haro cuenta a finales del s. XVIII con más de 6.000 habitantes.
Pero la definitiva consolidación económica y comercial, sobreviene a lo largo del s. XIX y principios del XX, con el establecimiento de numerosas
bodegas de crianza de vinos al estilo de Burdeos y que la convierten en poco tiempo en el centro comercial más importante de la región.
Se produce entonces un aumento demográfico espectacular -9.500 habitantes a principios del s. XX-. Se inaugura la
estación de ferrocarril (1863), se instala, por primera vez en
España, alumbrado público eléctrico (1890), se le concede el título de ciudad (1891), se abre una sucursal del Banco de España (1892), y en el mismo año se inaugura un centro tecnológico viti-vinícola, llamado Estación Enológica de Haro.
En los siglos XIV y XV, la villa pasó a poder de los Trastámara y posteriormente a Navarra, hasta que en 1430, Juan II de Castilla lo donó a Don Pedro Fernández de Velasco, con el título de Conde de Haro, por la ayuda recibida en su lucha contra Juan II de Aragón. Los Fernández de Velasco mantuvieron el señorío de la villa hasta la abolición de los señoríos y mayorazgos por las Cortes de
Cádiz en el año 1811.
El 10 de abril de 1975 se declara al
casco antiguo Conjunto Histórico-Artístico