En pasadas fechas carnavaleras pretendí alardear ante unos amigos del famoso slogan de Alfonso Verde: Haro vino noble ciudad amable. Tuvimos que aparcar junto al campo de fútbol próximo al Tirón. Al pretender aproximarnos a los vehículos, una “manada” de salvajes lanzaban piedras y botellas desde un mirador de La Atalaya, con riesgo de impactar sobre los vehículos o sobre la crisma de las personas, más aún, al ser de noche y no ver acercarse los proyectiles. La situación se agravó al ser recriminada su actitud, con su tono insultante y desafiante de retar a subir donde se encontraban. Se tiene que tratar de gente de una o dos generaciones posteriores a sus ascendientes que recibieron unas clases de urbanidad en la escuela de Don Juan, o con Don Jesús y Don Demetrio en las “nacionales”. No se si mestoy haciendo mayor, pero estas actitudes no me parecen ni medio normal. Así que me tragué lo de ciudad amable y a casa.