EL PUENTE DE SAN VICENTE DE LA SONSIERRA
Jose Ramón Eguiluz Monge
Desde antiguo los puentes han salvado las orillas de los ríos, para unir entre sí sus riberas.
Los primeros puentes Riojanos de los cuales se tienen referencias, fueron construidos por los romanos, siendo el más importante y conocido de todos ellos, el Puente del Mantible, que unía una de las principales vías romanas de la Península Ibérica.
A partir del siglo XI, cuando la influencia árabe va cediendo terreno y buscando refugio en el sur de la Península, comienzan a aparecer los primeros puentes de la Sonsierra, fundamentalmente dos, el de Briñas y el de San Vicente de la Sonsierra.
Según algunos autores, el primitivo puente de San Vicente fue construido por Sancho Garcés el Mayor, (1.004-1.035) y se encontraba situado, prácticamente en el mismo lugar que el actual. Su construcción y perfil era del tipo de los considerados “lomo de asno”, construido totalmente de piedra de sillería, con sus correspondientes tajamares aguas arriba, para cortar la corriente. Se encontraba guarnecido por dos torres fortalezas a cada lado, con portón elevado, lo que hacia que en caso de ataque, quedara el mismo como una isla dentro del Río Ebro, dificultando sobremanera, su conquista e impidiendo el paso por el mismo, si no era totalmente conquistado, lo cual originaba que los invasores fueran en barcazas por el Río Ebro, siendo más vulnerables en el liquido elemento. La función de las torres era doble, por un lado actuaba como defensa y por otro como aduana, para cobrar el “pontazgo”, impuesto que recaía a modo de arancel sobre las mercaderías que salían y entraban del Reino.
En el fuero otorgado por Sancho el Sabio el 6 de Enero de 1.172 aun no haciendo mención del mismo, ya deja entrever su existencia, cuando dice:
“Si viniese algún infanzón o villano que les pidiera juicio de la otra parte del Río Ebro, se responda o haga justicia, en la puerta de la villa”.
Considerando como puerta de la villa, la puerta de la Torre del puente sobre el Ebro.
Al ser el único paso existente entre Logroño y Haro, villas ambas castellanas, era el punto de encuentro de todos los comerciantes que intentaban pasar la frontera existente entre Navarra y Castilla. Por ese motivo, y para proteger sus intereses penalizando los intereses navarros, las Cortes de Burgos, en 1.301 acuerdan y decretan que lo que se sacase por el puente hacia Castilla, sea dado por decomiso. Es decir, las mercancías que se sacaran, quedaban automáticamente embargadas por los guardas o soldados fronterizos castellanos.
No tenemos noticias del viejo puente hasta el año 1.323. Ese año y con el fin último de evitar las muertes que ocurrían en el termino o alfoz de San Vicente, la villa en una reunión de su Concejo hicieron Ordenanzas, proponiéndolas a la aprobación Real.
En uno de sus artículos proponían:
“que el habitante que tuviese queja de otro, acudiese al alcalde, el cual debería hacer justicia en el plazo de nueve días; que si en ese termino el demandante matase al acusado, fuese puesto vivo bajo el muerto”
Que si pasasen los nueve días, sin que el alcalde hiciese justicia, el demandante pudiera desafiar al acusado y matarle estando desafiado, sin pagar otra pena que la multa de homicidio”
Esta parte de la ordenanza, no se aprobó, sino que el lugar de poner al matador debajo del muerto,
“le echasen del Puente al agua, y que ahogado lo enterrasen por donde bien tuviesen”
Pocos años después, como consecuencia de la primera batalla de Najera, que perdió de. Enrique de Trastamara el 6 de Abril de 1.367, Don Pedro el Cruel, tomo el puente, y cruzándolo atravesó el termino, no pudiendo tomar San Vicente, pero si llegar a Peñacerrada y Avalos, destruyendo los palacios de Don Ramiro González de la Piscina y Don Ruy López de Abalos, que de buena fe, habían acudido a la batalla en las huestes de Don Enrique, según palabra y juramento dado por su Rey Carlos II el Malo, de Navarra, en Santa Cruz de Campezo.
En 1.371, y al parecer, como consecuencia de lo anterior, el puente se encuentra muy deteriorado ordenando su reparación y la construcción en el castillo de nuevos puentes levadizos comprándose,
“fustas grandes et chicas, pora fazer puentes levadicos dentro en el Castieillo et de fuera”
El viejo puente, fue sobreviviendo a las guerras Castellano-Navarras, a través de los tiempos, atravesando ejércitos en tiempos de guerra, para atacar Castilla, y buhoneros y comerciantes en tiempos de paz, para mercadear y comerciar con las plazas castellanas.
Como puente adscrito a la Corona, el Rey tenia la potestad de nombrar, al igual que en los castillos de realengo, alcaide. En 1.457, pocos años antes de pasar a manos castellanas, era alcaide
“de las Torres de la Puent de San Vicente de la Soosierra”,
Diego Martínez de Peciña.
En 1.463 los castellanos entran por el puente en Navarra, para apoyar al Príncipe de Viana, heredero legitimo del Reino en contra de su padre Juan II. San Vicente, junto con Laguardia y Los Arcos, eran partidarios del Príncipe de Viana – formaban parte territorial de su principado-. Dichas plazas son rendidas sin lucha, y desde entonces, San Vicente perdió su identidad Navarra, muy a su pesar.
Años más tarde, en 1.470, Enrique IV de Castilla, dona a Juan Tellez Girón, Conde de Ureña y camarero mayor del Rey, nuestra villa y fortaleza “en atención a sus buenos y leales servicios”. . La donación precedente llevaba implícita la propiedad y libre administración de todo el territorio, con cuanto en él existía, con lo cual el puente, con cuantos derechos sobre él había, quedaba incluido y formando parte de la donación. El Conde de Ureña, juro que respetaría los fueros, usos y costumbres de sus moradores y habitantes, aunque en la practica, ejercía el poder sin tener en cuenta esas circunstancias y negando el juramento dado a sus vecinos.
En 1.516 el citado Conde y su primogénito Pedro Girón, venden a Doña Juliana Angela de Velasco y Aragón, Duquesa de Frías la villa de San Vicente con todas sus pertenencias.
“y metiéndoles por la puerta principal de la dicta villa, echo a todos los que dentro della estaban, y dioles y entregoles las llaves de todas las puertas de la villa, y puente del Ebro y sus torres, y las aldeas de Dabalos, Peciña, Orzales y Ribas con su jurisdicción”
Como era de esperar, pronto comenzaron los problemas para los nuevos propietarios, ya que si bien habían jurado como sus predecesores, el respeto a los fueros, usos y costumbres de los habitante de la villa, en la práctica, escasamente cumplían con lo jurado. Los monjes jerónimos del Monasterio de la Estrella, reclaman la exención del pago del pontazgo, exención que les permitía no pagar impuestos por el transito del puente hasta Toloño, monasterio que también regentaban. Dicho privilegio es confirmado en sentencia por el Rey, desestimando las pretensiones de la Duquesa de Frías. Esta apela y en 1.537 la justicia falla en su contra, confirmando la sentencia anterior y autorizando al monasterio a tener,
“dos barcos arriban y debajo de la presa del Ebro, para cruzar el río cuantas veces quisieran”
Parece que la citado Duquesa y su marido el Condestable de Castilla de. Pedro Fernández de Velasco, no aprendieron la lección y nuevamente en 1.557 poco antes de la muerte de la Duquesa de Frías, inician un pleito, esta vez en contra del Concejo, Justicia y regimiento de la villa de San Vicente – ignorando olímpicamente el fuero y su palabra dada de respetarlo-, sobre el derecho del Condestable de ejercer la jurisdicción civil y criminal, como “señores” de San Vicente, cortar leña de los montes concejiles, llevar penas de cámara y cobrar portazgos y pontazgos.
No sabemos como acabo el mismo, ya que la Duquesa de Frías falleció ese mismo año, dejando heredera a su sobrina, Doña Ana María de Velasco y Aragón, casada con el cuarto conde de Osorno, Don Pedro Fernández Manrique.
Al igual que su tía, la sobrina siguió litigando en contra de los habitantes desde 1.568 a 1.582, sobre quien de los dos estaba obligado a fabricar a sus expensas la barca que tomaban dicho pueblo y condesa únicos porcioneros de sus utilidades en el río de dicha villa.
Al parecer la justicia no le fue favorable en base a una Ley de 1.455 promulgada en Córdoba por el Rey Don Enrique IV
“tenemos por bien de las ciudades, villas y lugares destos nuestros reynos, y otras cualesquier personas, puedan facer edificcar puentes en los ríos a su costa, tanto que ellas no puedan imponer, ni pongan imposiciones ni tributo alguno. Y mandamos que ningún Prelado, ni caballero, no otra persona alguna no sean osados de impedir ni estorbar que se hagan los dichos puentes, porque digan que tienen barcos o otros derechos en los ríos; y si intentaren impedir y estorbar que los dichos puentes se fagan, si fueran legos, que pierdan todos su bienes y sean aplicados a nuestra cámara; si Prelado o alguna otra persona eclesiástica que por ese mismo hecho pierda la naturaleza y temporalidad que tuviere en los dichos nuestros reynos y no la pueda más haber”
El puente se encontraba en esas fechas muy deteriorado con desuso en la práctica, por lo cual debían utilizar para pasar el río a la Aliende y Briones, sendas barcazas, que con maromas acercaban mercancías y.personas a una y otra parte del Ebro, cobrando por tales servicios y entrando tales cobros en las arcas de la Condesa de Osorno.
Por tal motivo, en 1.573, .
“se ve obligada a prohibir el establecimiento de barcos en el río, ya que ella era dueña desde tiempo mil del puente, el pontazgo y el pasaje del río, por lo que le pertenecían no-solo las rentas, sino también el paso”.
Esta “señora” como se ve, cumplía fielmente los juramentos y promesas hechos por sus antecesores a los habitantes de nuestra vieja villa así como las Leyes que emanaban directamente de la Corona aún a consta de perder parte de sus privilegios, pero el puente paso muy a su pesar, a manos de sus dueños legítimos; el Concejo de San Vicente a finales del siglo XVI.
Para efectuar las reparaciones correspondientes, se contrata a Diego de Sisniesga, cantero y arquitecto de renombre, que junto con sus sobrinos Juan de la Maza y Juan de Sisniega, se encuentran trabajando en el puente durante el año 1.594.
Las obras, son caras y cuantiosas, por lo cual el Concejo se ve en la obligación de requerir al pago de las mismas y exigir la aportación económica correspondiente a todos los pueblos, aldeas y lugares, situados en un radio de veinte leguas, - según estaba dispuesto por Ley-, aunque no todos pagaban por las buenas.
En 1.634, como consecuencias de una gran crecida, el puente sufre graves daños. Y Logroño, al ser requerido al pago, se negó a abonar su parte. Veinte años después, fue el puente de Logroño el que necesitaba ser reparado y cuando le pidieron el abono de su parte a San Vicente, esta Villa se negó en redondo a pagar coste alguno, y reclamo con escasa solución el pago que aun adeudaba Logroño de la reparación efectuada en 1.643.
Nuevamente en el último tercio del Siglo XVII, el puente se volvió a arruinar, concluyéndose los trabajos hacia 1.690. Aun en 1.694 Calahorra debía su cupo de las reparaciones efectuadas.
Del siglo siguiente, tenemos noticias del puente por los libros de la Vera Cruz.
Los citados libros nos narran con bastante parquedad de datos que en 1.755, como consecuencia de estar lloviendo en el mes de Junio durante 17 días seguidos, tras haber procesionado en rogativa al Cristo de las Misericordias, se produjo una gran crecida, que arruino el puente de San Vicente y otros varios que había en la Rioja, incluido el de Logroño.
La magnitud de la tragedia, viene explicada con todo lujo de detalles, en los libros de actas del ayuntamiento de Logroño . Por su excepcional testimonio, insertamos el mismo de forma literal.
“ En la ciudad de Logroño a veintidós días de Junio de 1.775, el señor Don Juan José de Cañaveras, Corregidor de ella y su jurisdicción por su majestad ante mí el escribano: Dijo que habiéndose experimentado en esta dicha Ciudad, en los días diecinueve, veinte y veintiuno del corriente, la más asombrosa crecida que se ha visto por el Río Ebro, pues ha llegado a cubrir todos los arcos del puente que esta sobre el pasando el agua por encima de los cinco o seis últimos arcos que se hallan hacia la parte de provincia, sin embargo de la grande extensión que tomaron las aguas; para que en todo tiempo aya noticias de la elevación que tuvieron estas devia de mandar y mando su señoría, se haga saber a Don Santiado de Aguirre, y a Don Antonio de Otaiza, maestros de obras de esta Ciudad que se han hallado durante dicha crecida en el referido puente, desde que empezó a crecer el río, hasta que bajo por si sobrevenía algún quebranto, comparezcan ante su señoría y bajo juramento declaren hasta donde subieron las aguas de dicha crecida, así por los antepechos del referido puente y vanguardia que esta a la parte de acá en la Rua Viexa, como por el segundo Castillo, de el y de la casa que llaman de Echegaray.”
Se puede observar que la furia de las aguas fue inusitada, arruinando todo el puente, al cual tuvieron que desmontar y derruir, al igual que en el que estamos historiando, las Torres que había en el mismo.
Tres años mas tarde, se derrumban dos arcos de nuestro puente, quedando la ribera derecha e izquierda aisladas y sin comunicación entre ellas, no pudiendo pasar a la Aliende para realizar las labores agrarias. Esto fue el origen de que los propietarios de las tierras de la Aliende, solicitaran en 1.778 al Estado
“que se les rebajaran los impuestos, por la gran dificultad que tienen para cultivar esas tierras"
Para poder pasar a la otra orilla, el Ayuntamiento pide un préstamo para con el construir una barcaza, hacia la altura de lo que hoy conocemos como la Barandilla del Barco, mediante la cual pasaban por el río a la otra parte, y así poder cultivar las tierras de labor de en ella había.
Sus medidas eran de unos 14 metros de largo por seis de ancho, poniéndose en uso en 1.783.
Poco duro la misma ya que en 1.795, una nueva riada, esta vez de menor intensidad, se la llevo, teniendo que construir una barca nueva, que no dejo de dar problemas y sustos a quienes la utilizaron mientras duro.
En 1.842, se comienza la reedificación del Puente, siendo reparado entre 1.843 y 1.845, para nuevamente ser parcialmente destruido y arruinado durante la riada del 10 de Enero de 1.871.
Bajo la dirección del Ingeniero Don Cesáreo Moroy, el puente es reparado con mucha rapidez. Posiblemente por la guerra carlista (3ª) que se avecinaba, y como paso estratégico para las fuerzas liberales. Se afianzo y agrando uno de los arcos – de dos se hizo uno- quitando resistencia al agua y agrandando el paso de su caudal en momentos críticos de crecidas. Desde entonces, el viejo puente, ha resistido embates y riadas del padre Ebro, aunque han sido necesarias obras y reparaciones a lo largo de su dilatada historia.
En plena Guerra Carlista, y como punto estratégico, el gobierno liberal decide volar el puente, orden que no se llevo a cabo al suspender la misma por parte del General de. Domingo Moriones.
“El día en que vuestra abnegación subió de punto, fue aquel en que nuestro gobierno pensó volar el Puente sobre el río Ebro; todos abandonabais los hogares con la frente levantada y el dolor en el corazón, pero la Divina Providencia que nunca olvida a los buenos, por medio del Excmo. Señor General Don Domingo Moriones, suspendió la orden”
Fue a finales del Siglo XIX, cuando el concejo propone ceder el Puente al Estado. No conocemos como quedo el tema, pero lo cierto es que ha sido a finales del siglo XX, y cuando las nuevas tecnologías marcan su ley y el transporte por carretera impone su ritmo, cuando el viejo puente ha sido liberado de sus tareas y quehaceres cotidianos, y lo han dejado como mudo testigo de cuantos avatares históricos han acontecido y pasado por entre los muros de nuestra vieja villa Navarra.
Lo que ha hecho que el poeta loara:
Mil años fuiste del ayer custodia,
Amante insigne del famoso Ebro,
Que te abraza y te llena de requiebros
Y besa en tus pilares mil historias.
Las brisas de los cierzos traen memoria
De aromas de tomillo y de enebros,
Nacidos en los montes y en los cerros
Que rodean las piedras de tu gloria.
Pero el tiempo, cruel te ha envejecido
Y ha arrancado a tus arcos prodigiosos
El vigor juvenil de tiempos idos
Otro puente a tu lado han construido,
Que será, más potente, más airoso,
Más nunca, viejo puente, ¡más hermoso! (*)
Soneto al Puente de Ramón Arana Muro)
Jose Ramón Eguiluz
San Vicente de la Sonsierra, Agosto de 2.005.
Jose Ramón Eguiluz Monge
Desde antiguo los puentes han salvado las orillas de los ríos, para unir entre sí sus riberas.
Los primeros puentes Riojanos de los cuales se tienen referencias, fueron construidos por los romanos, siendo el más importante y conocido de todos ellos, el Puente del Mantible, que unía una de las principales vías romanas de la Península Ibérica.
A partir del siglo XI, cuando la influencia árabe va cediendo terreno y buscando refugio en el sur de la Península, comienzan a aparecer los primeros puentes de la Sonsierra, fundamentalmente dos, el de Briñas y el de San Vicente de la Sonsierra.
Según algunos autores, el primitivo puente de San Vicente fue construido por Sancho Garcés el Mayor, (1.004-1.035) y se encontraba situado, prácticamente en el mismo lugar que el actual. Su construcción y perfil era del tipo de los considerados “lomo de asno”, construido totalmente de piedra de sillería, con sus correspondientes tajamares aguas arriba, para cortar la corriente. Se encontraba guarnecido por dos torres fortalezas a cada lado, con portón elevado, lo que hacia que en caso de ataque, quedara el mismo como una isla dentro del Río Ebro, dificultando sobremanera, su conquista e impidiendo el paso por el mismo, si no era totalmente conquistado, lo cual originaba que los invasores fueran en barcazas por el Río Ebro, siendo más vulnerables en el liquido elemento. La función de las torres era doble, por un lado actuaba como defensa y por otro como aduana, para cobrar el “pontazgo”, impuesto que recaía a modo de arancel sobre las mercaderías que salían y entraban del Reino.
En el fuero otorgado por Sancho el Sabio el 6 de Enero de 1.172 aun no haciendo mención del mismo, ya deja entrever su existencia, cuando dice:
“Si viniese algún infanzón o villano que les pidiera juicio de la otra parte del Río Ebro, se responda o haga justicia, en la puerta de la villa”.
Considerando como puerta de la villa, la puerta de la Torre del puente sobre el Ebro.
Al ser el único paso existente entre Logroño y Haro, villas ambas castellanas, era el punto de encuentro de todos los comerciantes que intentaban pasar la frontera existente entre Navarra y Castilla. Por ese motivo, y para proteger sus intereses penalizando los intereses navarros, las Cortes de Burgos, en 1.301 acuerdan y decretan que lo que se sacase por el puente hacia Castilla, sea dado por decomiso. Es decir, las mercancías que se sacaran, quedaban automáticamente embargadas por los guardas o soldados fronterizos castellanos.
No tenemos noticias del viejo puente hasta el año 1.323. Ese año y con el fin último de evitar las muertes que ocurrían en el termino o alfoz de San Vicente, la villa en una reunión de su Concejo hicieron Ordenanzas, proponiéndolas a la aprobación Real.
En uno de sus artículos proponían:
“que el habitante que tuviese queja de otro, acudiese al alcalde, el cual debería hacer justicia en el plazo de nueve días; que si en ese termino el demandante matase al acusado, fuese puesto vivo bajo el muerto”
Que si pasasen los nueve días, sin que el alcalde hiciese justicia, el demandante pudiera desafiar al acusado y matarle estando desafiado, sin pagar otra pena que la multa de homicidio”
Esta parte de la ordenanza, no se aprobó, sino que el lugar de poner al matador debajo del muerto,
“le echasen del Puente al agua, y que ahogado lo enterrasen por donde bien tuviesen”
Pocos años después, como consecuencia de la primera batalla de Najera, que perdió de. Enrique de Trastamara el 6 de Abril de 1.367, Don Pedro el Cruel, tomo el puente, y cruzándolo atravesó el termino, no pudiendo tomar San Vicente, pero si llegar a Peñacerrada y Avalos, destruyendo los palacios de Don Ramiro González de la Piscina y Don Ruy López de Abalos, que de buena fe, habían acudido a la batalla en las huestes de Don Enrique, según palabra y juramento dado por su Rey Carlos II el Malo, de Navarra, en Santa Cruz de Campezo.
En 1.371, y al parecer, como consecuencia de lo anterior, el puente se encuentra muy deteriorado ordenando su reparación y la construcción en el castillo de nuevos puentes levadizos comprándose,
“fustas grandes et chicas, pora fazer puentes levadicos dentro en el Castieillo et de fuera”
El viejo puente, fue sobreviviendo a las guerras Castellano-Navarras, a través de los tiempos, atravesando ejércitos en tiempos de guerra, para atacar Castilla, y buhoneros y comerciantes en tiempos de paz, para mercadear y comerciar con las plazas castellanas.
Como puente adscrito a la Corona, el Rey tenia la potestad de nombrar, al igual que en los castillos de realengo, alcaide. En 1.457, pocos años antes de pasar a manos castellanas, era alcaide
“de las Torres de la Puent de San Vicente de la Soosierra”,
Diego Martínez de Peciña.
En 1.463 los castellanos entran por el puente en Navarra, para apoyar al Príncipe de Viana, heredero legitimo del Reino en contra de su padre Juan II. San Vicente, junto con Laguardia y Los Arcos, eran partidarios del Príncipe de Viana – formaban parte territorial de su principado-. Dichas plazas son rendidas sin lucha, y desde entonces, San Vicente perdió su identidad Navarra, muy a su pesar.
Años más tarde, en 1.470, Enrique IV de Castilla, dona a Juan Tellez Girón, Conde de Ureña y camarero mayor del Rey, nuestra villa y fortaleza “en atención a sus buenos y leales servicios”. . La donación precedente llevaba implícita la propiedad y libre administración de todo el territorio, con cuanto en él existía, con lo cual el puente, con cuantos derechos sobre él había, quedaba incluido y formando parte de la donación. El Conde de Ureña, juro que respetaría los fueros, usos y costumbres de sus moradores y habitantes, aunque en la practica, ejercía el poder sin tener en cuenta esas circunstancias y negando el juramento dado a sus vecinos.
En 1.516 el citado Conde y su primogénito Pedro Girón, venden a Doña Juliana Angela de Velasco y Aragón, Duquesa de Frías la villa de San Vicente con todas sus pertenencias.
“y metiéndoles por la puerta principal de la dicta villa, echo a todos los que dentro della estaban, y dioles y entregoles las llaves de todas las puertas de la villa, y puente del Ebro y sus torres, y las aldeas de Dabalos, Peciña, Orzales y Ribas con su jurisdicción”
Como era de esperar, pronto comenzaron los problemas para los nuevos propietarios, ya que si bien habían jurado como sus predecesores, el respeto a los fueros, usos y costumbres de los habitante de la villa, en la práctica, escasamente cumplían con lo jurado. Los monjes jerónimos del Monasterio de la Estrella, reclaman la exención del pago del pontazgo, exención que les permitía no pagar impuestos por el transito del puente hasta Toloño, monasterio que también regentaban. Dicho privilegio es confirmado en sentencia por el Rey, desestimando las pretensiones de la Duquesa de Frías. Esta apela y en 1.537 la justicia falla en su contra, confirmando la sentencia anterior y autorizando al monasterio a tener,
“dos barcos arriban y debajo de la presa del Ebro, para cruzar el río cuantas veces quisieran”
Parece que la citado Duquesa y su marido el Condestable de Castilla de. Pedro Fernández de Velasco, no aprendieron la lección y nuevamente en 1.557 poco antes de la muerte de la Duquesa de Frías, inician un pleito, esta vez en contra del Concejo, Justicia y regimiento de la villa de San Vicente – ignorando olímpicamente el fuero y su palabra dada de respetarlo-, sobre el derecho del Condestable de ejercer la jurisdicción civil y criminal, como “señores” de San Vicente, cortar leña de los montes concejiles, llevar penas de cámara y cobrar portazgos y pontazgos.
No sabemos como acabo el mismo, ya que la Duquesa de Frías falleció ese mismo año, dejando heredera a su sobrina, Doña Ana María de Velasco y Aragón, casada con el cuarto conde de Osorno, Don Pedro Fernández Manrique.
Al igual que su tía, la sobrina siguió litigando en contra de los habitantes desde 1.568 a 1.582, sobre quien de los dos estaba obligado a fabricar a sus expensas la barca que tomaban dicho pueblo y condesa únicos porcioneros de sus utilidades en el río de dicha villa.
Al parecer la justicia no le fue favorable en base a una Ley de 1.455 promulgada en Córdoba por el Rey Don Enrique IV
“tenemos por bien de las ciudades, villas y lugares destos nuestros reynos, y otras cualesquier personas, puedan facer edificcar puentes en los ríos a su costa, tanto que ellas no puedan imponer, ni pongan imposiciones ni tributo alguno. Y mandamos que ningún Prelado, ni caballero, no otra persona alguna no sean osados de impedir ni estorbar que se hagan los dichos puentes, porque digan que tienen barcos o otros derechos en los ríos; y si intentaren impedir y estorbar que los dichos puentes se fagan, si fueran legos, que pierdan todos su bienes y sean aplicados a nuestra cámara; si Prelado o alguna otra persona eclesiástica que por ese mismo hecho pierda la naturaleza y temporalidad que tuviere en los dichos nuestros reynos y no la pueda más haber”
El puente se encontraba en esas fechas muy deteriorado con desuso en la práctica, por lo cual debían utilizar para pasar el río a la Aliende y Briones, sendas barcazas, que con maromas acercaban mercancías y.personas a una y otra parte del Ebro, cobrando por tales servicios y entrando tales cobros en las arcas de la Condesa de Osorno.
Por tal motivo, en 1.573, .
“se ve obligada a prohibir el establecimiento de barcos en el río, ya que ella era dueña desde tiempo mil del puente, el pontazgo y el pasaje del río, por lo que le pertenecían no-solo las rentas, sino también el paso”.
Esta “señora” como se ve, cumplía fielmente los juramentos y promesas hechos por sus antecesores a los habitantes de nuestra vieja villa así como las Leyes que emanaban directamente de la Corona aún a consta de perder parte de sus privilegios, pero el puente paso muy a su pesar, a manos de sus dueños legítimos; el Concejo de San Vicente a finales del siglo XVI.
Para efectuar las reparaciones correspondientes, se contrata a Diego de Sisniesga, cantero y arquitecto de renombre, que junto con sus sobrinos Juan de la Maza y Juan de Sisniega, se encuentran trabajando en el puente durante el año 1.594.
Las obras, son caras y cuantiosas, por lo cual el Concejo se ve en la obligación de requerir al pago de las mismas y exigir la aportación económica correspondiente a todos los pueblos, aldeas y lugares, situados en un radio de veinte leguas, - según estaba dispuesto por Ley-, aunque no todos pagaban por las buenas.
En 1.634, como consecuencias de una gran crecida, el puente sufre graves daños. Y Logroño, al ser requerido al pago, se negó a abonar su parte. Veinte años después, fue el puente de Logroño el que necesitaba ser reparado y cuando le pidieron el abono de su parte a San Vicente, esta Villa se negó en redondo a pagar coste alguno, y reclamo con escasa solución el pago que aun adeudaba Logroño de la reparación efectuada en 1.643.
Nuevamente en el último tercio del Siglo XVII, el puente se volvió a arruinar, concluyéndose los trabajos hacia 1.690. Aun en 1.694 Calahorra debía su cupo de las reparaciones efectuadas.
Del siglo siguiente, tenemos noticias del puente por los libros de la Vera Cruz.
Los citados libros nos narran con bastante parquedad de datos que en 1.755, como consecuencia de estar lloviendo en el mes de Junio durante 17 días seguidos, tras haber procesionado en rogativa al Cristo de las Misericordias, se produjo una gran crecida, que arruino el puente de San Vicente y otros varios que había en la Rioja, incluido el de Logroño.
La magnitud de la tragedia, viene explicada con todo lujo de detalles, en los libros de actas del ayuntamiento de Logroño . Por su excepcional testimonio, insertamos el mismo de forma literal.
“ En la ciudad de Logroño a veintidós días de Junio de 1.775, el señor Don Juan José de Cañaveras, Corregidor de ella y su jurisdicción por su majestad ante mí el escribano: Dijo que habiéndose experimentado en esta dicha Ciudad, en los días diecinueve, veinte y veintiuno del corriente, la más asombrosa crecida que se ha visto por el Río Ebro, pues ha llegado a cubrir todos los arcos del puente que esta sobre el pasando el agua por encima de los cinco o seis últimos arcos que se hallan hacia la parte de provincia, sin embargo de la grande extensión que tomaron las aguas; para que en todo tiempo aya noticias de la elevación que tuvieron estas devia de mandar y mando su señoría, se haga saber a Don Santiado de Aguirre, y a Don Antonio de Otaiza, maestros de obras de esta Ciudad que se han hallado durante dicha crecida en el referido puente, desde que empezó a crecer el río, hasta que bajo por si sobrevenía algún quebranto, comparezcan ante su señoría y bajo juramento declaren hasta donde subieron las aguas de dicha crecida, así por los antepechos del referido puente y vanguardia que esta a la parte de acá en la Rua Viexa, como por el segundo Castillo, de el y de la casa que llaman de Echegaray.”
Se puede observar que la furia de las aguas fue inusitada, arruinando todo el puente, al cual tuvieron que desmontar y derruir, al igual que en el que estamos historiando, las Torres que había en el mismo.
Tres años mas tarde, se derrumban dos arcos de nuestro puente, quedando la ribera derecha e izquierda aisladas y sin comunicación entre ellas, no pudiendo pasar a la Aliende para realizar las labores agrarias. Esto fue el origen de que los propietarios de las tierras de la Aliende, solicitaran en 1.778 al Estado
“que se les rebajaran los impuestos, por la gran dificultad que tienen para cultivar esas tierras"
Para poder pasar a la otra orilla, el Ayuntamiento pide un préstamo para con el construir una barcaza, hacia la altura de lo que hoy conocemos como la Barandilla del Barco, mediante la cual pasaban por el río a la otra parte, y así poder cultivar las tierras de labor de en ella había.
Sus medidas eran de unos 14 metros de largo por seis de ancho, poniéndose en uso en 1.783.
Poco duro la misma ya que en 1.795, una nueva riada, esta vez de menor intensidad, se la llevo, teniendo que construir una barca nueva, que no dejo de dar problemas y sustos a quienes la utilizaron mientras duro.
En 1.842, se comienza la reedificación del Puente, siendo reparado entre 1.843 y 1.845, para nuevamente ser parcialmente destruido y arruinado durante la riada del 10 de Enero de 1.871.
Bajo la dirección del Ingeniero Don Cesáreo Moroy, el puente es reparado con mucha rapidez. Posiblemente por la guerra carlista (3ª) que se avecinaba, y como paso estratégico para las fuerzas liberales. Se afianzo y agrando uno de los arcos – de dos se hizo uno- quitando resistencia al agua y agrandando el paso de su caudal en momentos críticos de crecidas. Desde entonces, el viejo puente, ha resistido embates y riadas del padre Ebro, aunque han sido necesarias obras y reparaciones a lo largo de su dilatada historia.
En plena Guerra Carlista, y como punto estratégico, el gobierno liberal decide volar el puente, orden que no se llevo a cabo al suspender la misma por parte del General de. Domingo Moriones.
“El día en que vuestra abnegación subió de punto, fue aquel en que nuestro gobierno pensó volar el Puente sobre el río Ebro; todos abandonabais los hogares con la frente levantada y el dolor en el corazón, pero la Divina Providencia que nunca olvida a los buenos, por medio del Excmo. Señor General Don Domingo Moriones, suspendió la orden”
Fue a finales del Siglo XIX, cuando el concejo propone ceder el Puente al Estado. No conocemos como quedo el tema, pero lo cierto es que ha sido a finales del siglo XX, y cuando las nuevas tecnologías marcan su ley y el transporte por carretera impone su ritmo, cuando el viejo puente ha sido liberado de sus tareas y quehaceres cotidianos, y lo han dejado como mudo testigo de cuantos avatares históricos han acontecido y pasado por entre los muros de nuestra vieja villa Navarra.
Lo que ha hecho que el poeta loara:
Mil años fuiste del ayer custodia,
Amante insigne del famoso Ebro,
Que te abraza y te llena de requiebros
Y besa en tus pilares mil historias.
Las brisas de los cierzos traen memoria
De aromas de tomillo y de enebros,
Nacidos en los montes y en los cerros
Que rodean las piedras de tu gloria.
Pero el tiempo, cruel te ha envejecido
Y ha arrancado a tus arcos prodigiosos
El vigor juvenil de tiempos idos
Otro puente a tu lado han construido,
Que será, más potente, más airoso,
Más nunca, viejo puente, ¡más hermoso! (*)
Soneto al Puente de Ramón Arana Muro)
Jose Ramón Eguiluz
San Vicente de la Sonsierra, Agosto de 2.005.