ANECDOTAS SOBRE EL ANTUGUO RELOJ DELCASTILLO
Hasta los años 1955, (aproximadamente, pues no estoy seguro de las fechas en las que desaparecieron), eran vecinos de San Vicente de la Sonsierra, una familia muy peculiar. Ellos eran los campaneros y enterradores del pueblo. Estaba compuesta ésta familia por tres miembros, matrimonio e hijo.
Sus nombres eran:
Agustín - padre
Clemencia
Agustín - hijo
Su domicilio habitual era, en los bajos la torre del reloj del Castillo y se les conocía en el pueblo como: “Los Caballeros”. Posiblemente, ese seria su apellido.
Digo más arriba, que eran una familia muy peculiar, por las siguientes razones: Primero, por su adaptación en el lugar en el que Vivian, pues en aquel tiempo el espacio que me refiero estaba ocupado por unas cuantas moles de piedra, como mínimo seis, que eran los pesos y contrapesos del reloj. (Que por cierto han desaparecido sin dejar rastro) y que bajaban o subían colgadas con unas fuertes maromas de acero, y lo hacían en toda la extensión, o altura de la y torre, y cuando bajaban llegaban hasta unos 50 cm, del suelo. Las pesas y contrapesas, (que algunas pesarían hasta una tonelada, y otras menos, actuaban independientemente entre sí, cundo el reloj tocaba las horas, los cuartos de hora, las medias horas, los tres cuartos o, la queda.
(El toque de queda, era, el sonido de cien campanadas que comenzaban a las doce de la noche, y sonaban con intervalos de seis u ocho segundos.
A esa hora comenzaba el sereno a hacer su ronda por las calles del pueblo, cuya jornada duraba hasta las seis de la mañana)
Su vida, la de los allí residentes, transcurría para ellos con toda normalidad, aunque eran constantes los gritos y peleas entre ellos, pero nunca llegó la sangre al río. No obstante ellos, eran muy respetuosos con el resto de los vecinos del pueblo, y eran apreciados y bien queridos.
Les gustaba mucho el vino,
Y también el aguardiente”
Y Clemencia repetía con
Elocuencia frecuente:
No quiero mal a este pueblo,
Pero mi oficio se basa,
En enterrar a la gente…
UN RECUERDO CON NOSTALGIA
Morada de caballeros
Cuando yo te conocí.
Ellos fueron campaneros,
Y residían allí.
Eran parcos en su esmero
Rayando hasta el frenesí,
Pero cuidaban su antro
Porque moraban allí.
AL ANTIGUO RELOJ DEL CASTILLO
Después de morir Clemencia,
Su marido y agustín,
Te quedaste abandonado.
Muy solo y sin porvenir.
Y a partir de aquellas fechas,
¡Jamás hiciste, “TIN-TIN”!
Y fuiste objeto de estragos
Desde entones hasta aquí.
Perdiste tu corazón.
Sin él no puedes vivir,
Eran pesas y maromas
Las que te hacían latir;
Pues: pesos y contrapesos
Sincronizaban en ti
Para contar los segundos
Entre un “TIK”, y el otro “TIK”.
Dabas el cuarto y la media,
Tres cuartos y la hora entera.
Y por si no se enteraban
También tocabas la queda.
Notario fuiste, y testigo
Del afán de ir i venir
De las gentes de este pueblo
Que se fiaban de ti.
Aunque incordie y majadero,
Hacías gestos de ruin
Cuando tocabas la queda
Y no dejabas dormir.
Tu voz timbrada y potente,
Pausada, firme y serena,
Se oía en todos los términos
Del campo de la Sonsierra.
De los puntos cardinales
Que dibujan ésta hacienda:
Desde Pangua, hasta Resaco.
Del Saúco, a la Salmuera.
Cuando mudo te dejaron,
Nadie pensó más en ti.
Ni lagrimas, ni un suspiro.
Ni otro gesto que sentir.
Y sigues hasta el momento,
Expectante al porvenir
Contando el tiempo en silencio
Sabiendo que el corazón
Jamás te podrá latir.
Emi Eguiluz
ANECDOTAS SOBRE EL ANTUGUO RELOJ DELCASTILLO
Hasta los años 1955, (aproximadamente, pues no estoy seguro de las fechas en las que desaparecieron), eran vecinos de San Vicente de la Sonsierra, una familia muy peculiar. Ellos eran los campaneros y enterradores del pueblo. Estaba compuesta ésta familia por tres miembros, matrimonio e hijo.
Sus nombres eran:
Agustín - padre
Clemencia
Agustín - hijo
Su domicilio habitual era, en los bajos la torre del reloj del Castillo y se les conocía en el pueblo como: “Los Caballeros”. Posiblemente, ese seria su apellido.
Digo más arriba, que eran una familia muy peculiar, por las siguientes razones: Primero, por su adaptación en el lugar en el que Vivian, pues en aquel tiempo el espacio que me refiero estaba ocupado por unas cuantas moles de piedra, como mínimo seis, que eran los pesos y contrapesos del reloj. (Que por cierto han desaparecido sin dejar rastro) y que bajaban o subían colgadas con unas fuertes maromas de acero, y lo hacían en toda la extensión, o altura de la y torre, y cuando bajaban llegaban hasta unos 50 cm, del suelo. Las pesas y contrapesas, (que algunas pesarían hasta una tonelada, y otras menos, actuaban independientemente entre sí, cundo el reloj tocaba las horas, los cuartos de hora, las medias horas, los tres cuartos o, la queda.
(El toque de queda, era, el sonido de cien campanadas que comenzaban a las doce de la noche, y sonaban con intervalos de seis u ocho segundos.
A esa hora comenzaba el sereno a hacer su ronda por las calles del pueblo, cuya jornada duraba hasta las seis de la mañana)
Su vida, la de los allí residentes, transcurría para ellos con toda normalidad, aunque eran constantes los gritos y peleas entre ellos, pero nunca llegó la sangre al río. No obstante ellos, eran muy respetuosos con el resto de los vecinos del pueblo, y eran apreciados y bien queridos.
Les gustaba mucho el vino,
Y también el aguardiente”
Y Clemencia repetía con
Elocuencia frecuente:
No quiero mal a este pueblo,
Pero mi oficio se basa,
En enterrar a la gente…
UN RECUERDO CON NOSTALGIA
Morada de caballeros
Cuando yo te conocí.
Ellos fueron campaneros,
Y residían allí.
Eran parcos en su esmero
Rayando hasta el frenesí,
Pero cuidaban su antro
Porque moraban allí.
AL ANTIGUO RELOJ DEL CASTILLO
Después de morir Clemencia,
Su marido y agustín,
Te quedaste abandonado.
Muy solo y sin porvenir.
Y a partir de aquellas fechas,
¡Jamás hiciste, “TIN-TIN”!
Y fuiste objeto de estragos
Desde entones hasta aquí.
Perdiste tu corazón.
Sin él no puedes vivir,
Eran pesas y maromas
Las que te hacían latir;
Pues: pesos y contrapesos
Sincronizaban en ti
Para contar los segundos
Entre un “TIK”, y el otro “TIK”.
Dabas el cuarto y la media,
Tres cuartos y la hora entera.
Y por si no se enteraban
También tocabas la queda.
Notario fuiste, y testigo
Del afán de ir i venir
De las gentes de este pueblo
Que se fiaban de ti.
Aunque incordie y majadero,
Hacías gestos de ruin
Cuando tocabas la queda
Y no dejabas dormir.
Tu voz timbrada y potente,
Pausada, firme y serena,
Se oía en todos los términos
Del campo de la Sonsierra.
De los puntos cardinales
Que dibujan ésta hacienda:
Desde Pangua, hasta Resaco.
Del Saúco, a la Salmuera.
Cuando mudo te dejaron,
Nadie pensó más en ti.
Ni lagrimas, ni un suspiro.
Ni otro gesto que sentir.
Y sigues hasta el momento,
Expectante al porvenir
Contando el tiempo en silencio
Sabiendo que el corazón
Jamás te podrá latir.
Emi Eguiluz