Villarroya siempre ha sido un municipio pequeño, pero a principios de siglo XX sufrió, como otros municipios de la zona como
Grávalos, una fuerte emigración a América por la falta de oportunidades en el
campo. A pesar de ello la población se mantuvo en casi 300 personas gracias a que muchos trabajaban en las
minas de carbón. Pero con el cierre de las explotaciones carboníferas en la década de los 60, y la poca rentabilidad del campo en esta zona, se produjo uno de los mayores éxodos de la población (en proporción a la población del municipio) que han ocurrido en
La Rioja.
Este hecho dejó a Villarroya en medio centenar de personas, que se ha ido reduciendo hasta nuestros días, en una tendencia negativa imparable.