Los franciscanos se asentaron a las afueras de la villa después de la conquista cristiana. Sobre la primitiva
ermita levantaron la
iglesia y el
convento, aunque de este último nada queda. El templo se sitúa frente a una
plaza denominada “del Convento” y la
fachada no es más que un potente muro liso y blanco del que sobresale un minúsculo
campanario. La planta sigue el modelo de
cruz latina repetido por la orden durante los siglos XVI-XVIII. La nave principal, de cinco crujías, es bastante más ancha que las
capillas laterales y se cubre con una
bóveda de cañón. Al lado se encuentra la
capilla del Santísimo, un espacio centralizado de planta cuadrada y
cúpula semiesférica. El conjunto es austero, sencillo y humilde como es habitual en los cenobios franciscanos