Plaza Mayor, donde está la
iglesia, para verla con más detalle. Una vez allí, nos damos cuenta de que la factura de su
portada es barroca. La escalinata en forma de abanico abierto nos invita a entrar y hasta tiene rampa. Dentro sigue imperando el barroco. No en vano, la
parroquia data de mediados del siglo XVIII. Aunque la
capilla de la
comunión, cuya cubierta llamaba nuestra atención hace un rato, se construyó en estilo bizantino ya en el siglo XIX. El
altar mayor está decorado con
flores blancas que hacen resaltar el dorado de las
columnas jónicas que lo flanquean.
Santos en frescos y en tallas desfilan estáticamente ante nuestros ojos desde sus muros y
hornacinas.