UN DÍA LLEGÓ A CALPE
Aquel hombre venido de tierra manchega, con ganas de abrirse camino en la vida, tuvo el valor de emprender su marcha, a la ciudad alicantina de Calpe, donde un vecino de su pueblo, le comunico que se precisaban mano de obra, para realizar distintas obras, que fue donde este hombre se inició en trabajos de construcción, que fueron su primer lugar de poderse ganar un sueldo. Sin sentirse nunca extraño, ni pensar en dejar aquel lugar, donde el Peñón de Ifach parecía tener una fuerza de atracción muy fuerte. Fueron pasando años, y su vida se llenó de horas de felicidad, al encontrar un amor dulce y sereno, y sentirse acompañado en su vida, sin echar en falta a sus amigos del pueblo, de vez en cuando pensaba. “Este Mediterráneo me hace feliz, tan solo el sentir como sus olas se mueven día y noche, y ver brillar sobre las aguas esas luces resplandecientes, donde los ojos de cualquier extraño, se fijan sin dudar en absoluto, pensando en poder vivir en este lugar, donde las palmeras parecen sentir los vientos de sus montañas, y moverse como si fueran de goma”. Algunas noches paseando por las Playas del Arenal y de La Fossa, con su esposa que fue otra persona llegada de La Mancha, se sentían felices, y comentaban, estos aires que parecen venir de nuestras llanuras, o digamos más bien de esas montañas que tenemos en Calpe, te dan que pensar, ya que hay momentos que el viento te azota con fuerza, y cuando vas camino de Benidorm, cruzas esos túneles de la carretera 332, donde los barrancos parecen peligros constantes, y la vista quisiera mirar más deprisa, para llevarse en la mente aquel paisaje tan precioso.
La vida a este hombre le ayudo, teniendo con el paso de los años una familia modélica, y una empresa donde poder salir adelante con sus buenos sentimientos. Calpe para esta familia era su pueblo, sus costumbres y sus leyendas, se metieron dentro de ellos, y tan solo hablaban de su niñez, cuando la televisión comentaba alguna noticia de su tierra, a la que sin olvidarla nunca, pasó a ser un recuerdo de su pasada niñez y juventud, Los hombres a veces se adaptan a su presente, y cuando los hijos nacen donde están viviendo, ellos echan raíces en aquel lugar, sea donde sea, empiezan a sentir esa tierra como si fuera siempre la suya, y no les agrada oír criticar nada de sus costumbres. G X Cantalapiedra.
Aquel hombre venido de tierra manchega, con ganas de abrirse camino en la vida, tuvo el valor de emprender su marcha, a la ciudad alicantina de Calpe, donde un vecino de su pueblo, le comunico que se precisaban mano de obra, para realizar distintas obras, que fue donde este hombre se inició en trabajos de construcción, que fueron su primer lugar de poderse ganar un sueldo. Sin sentirse nunca extraño, ni pensar en dejar aquel lugar, donde el Peñón de Ifach parecía tener una fuerza de atracción muy fuerte. Fueron pasando años, y su vida se llenó de horas de felicidad, al encontrar un amor dulce y sereno, y sentirse acompañado en su vida, sin echar en falta a sus amigos del pueblo, de vez en cuando pensaba. “Este Mediterráneo me hace feliz, tan solo el sentir como sus olas se mueven día y noche, y ver brillar sobre las aguas esas luces resplandecientes, donde los ojos de cualquier extraño, se fijan sin dudar en absoluto, pensando en poder vivir en este lugar, donde las palmeras parecen sentir los vientos de sus montañas, y moverse como si fueran de goma”. Algunas noches paseando por las Playas del Arenal y de La Fossa, con su esposa que fue otra persona llegada de La Mancha, se sentían felices, y comentaban, estos aires que parecen venir de nuestras llanuras, o digamos más bien de esas montañas que tenemos en Calpe, te dan que pensar, ya que hay momentos que el viento te azota con fuerza, y cuando vas camino de Benidorm, cruzas esos túneles de la carretera 332, donde los barrancos parecen peligros constantes, y la vista quisiera mirar más deprisa, para llevarse en la mente aquel paisaje tan precioso.
La vida a este hombre le ayudo, teniendo con el paso de los años una familia modélica, y una empresa donde poder salir adelante con sus buenos sentimientos. Calpe para esta familia era su pueblo, sus costumbres y sus leyendas, se metieron dentro de ellos, y tan solo hablaban de su niñez, cuando la televisión comentaba alguna noticia de su tierra, a la que sin olvidarla nunca, pasó a ser un recuerdo de su pasada niñez y juventud, Los hombres a veces se adaptan a su presente, y cuando los hijos nacen donde están viviendo, ellos echan raíces en aquel lugar, sea donde sea, empiezan a sentir esa tierra como si fuera siempre la suya, y no les agrada oír criticar nada de sus costumbres. G X Cantalapiedra.