Tardes de verano en Chinorlet
Mis queridos paisanos de Chinorlet:
Creo poder tener la suficiente confianza para utilizar este término a la hora de dirigirme hacia vosotros.
Recuerdo con nitidez cuando decidí quedarme a vivir en Chinorlet. Las Navidades ya habían alcanzado el año nuevo y los campos estaban desnudos por el frío del invierno. El silencio reinaba como testigo presencial de cada momento y los Reyes Magos, fieles a su cita, llegaron ese año por el camino del pantano cargados de ilusión y nuevas esperanzas que a buen recaudo llegaron.
Chinorlet me impresionó por la luz y la nobleza de sus gentes, por la tranquilidad del transcurrir de los días y el festejo del inicio de cada estación en el entorno.
En invierno, se vive hacia el hogar, con la candela y el silbido del viento como mejores aliados para compartir las noches del frío invierno. Las calles huelen a leña. Es el tiempo de los "guíscanos" y del cordero a la brasa y el buen vino. Con la primavera y el verano, el paisaje llega a adueñarse de cada instante con su color y alegría.
Es durante el verano cuando más y mejor se vive a Chinorlet; las tertulias en la calle, el chiringuito de la escuela, los visitantes, ... Y todo el tiempo del mundo para disfrutar con las pequeñas cosas.
Las fiestas de Agosto suponen un paréntesis en la vida de la Pedanía. Son el último cartucho del verano. Alegría, diversión, son compases que marcan los días de fiesta. Después del Socarrat y unas cuantas cenas más, la vendimia dará paso hacia el otoño.
Ahora, desde la distancia. Es cuando echo de menos la brisa fresca de las tardes de verano en Chinorlet. A pesar de todo, mis queridos paisanos, siempre habrá en mí un trocito de lo que supone Chinorlet.
Un abrazo y ¡Felices Fiestas!
CARLOS ROCAMORA.
Mis queridos paisanos de Chinorlet:
Creo poder tener la suficiente confianza para utilizar este término a la hora de dirigirme hacia vosotros.
Recuerdo con nitidez cuando decidí quedarme a vivir en Chinorlet. Las Navidades ya habían alcanzado el año nuevo y los campos estaban desnudos por el frío del invierno. El silencio reinaba como testigo presencial de cada momento y los Reyes Magos, fieles a su cita, llegaron ese año por el camino del pantano cargados de ilusión y nuevas esperanzas que a buen recaudo llegaron.
Chinorlet me impresionó por la luz y la nobleza de sus gentes, por la tranquilidad del transcurrir de los días y el festejo del inicio de cada estación en el entorno.
En invierno, se vive hacia el hogar, con la candela y el silbido del viento como mejores aliados para compartir las noches del frío invierno. Las calles huelen a leña. Es el tiempo de los "guíscanos" y del cordero a la brasa y el buen vino. Con la primavera y el verano, el paisaje llega a adueñarse de cada instante con su color y alegría.
Es durante el verano cuando más y mejor se vive a Chinorlet; las tertulias en la calle, el chiringuito de la escuela, los visitantes, ... Y todo el tiempo del mundo para disfrutar con las pequeñas cosas.
Las fiestas de Agosto suponen un paréntesis en la vida de la Pedanía. Son el último cartucho del verano. Alegría, diversión, son compases que marcan los días de fiesta. Después del Socarrat y unas cuantas cenas más, la vendimia dará paso hacia el otoño.
Ahora, desde la distancia. Es cuando echo de menos la brisa fresca de las tardes de verano en Chinorlet. A pesar de todo, mis queridos paisanos, siempre habrá en mí un trocito de lo que supone Chinorlet.
Un abrazo y ¡Felices Fiestas!
CARLOS ROCAMORA.