Los primeros vestigios de vida humana en el área de
Santa Pola se remontan al III milenio a. C., habiéndose encontrado materiales y pinturas del neolítico en la
Cueva de las Arañas del Carabassí, así como restos del paso de cazadores-recolectores del paleolítico superior en la Cueva de las Teresitas.