Sus costas albergaron en el pasado un
refugio de piratas berberiscos. En el siglo XVIII, Carlos III ordenó fortificarla y levantar en ella un
pueblo en el que alojar a varias
familias de pescadores de Génova que estaban cautivos en la ciudad tunecina de Tabarka. Las
murallas que rodean su núcleo urbano han sido declaradas Conjunto Histórico
Artístico y Bien de Interés Cultural.