Himnos
Villa de Altura y Segorbe
A su Cueva María nos llama,
A su trono de gracia y amor;
A la Cueva gozosos volemos,
A rendirle tributo de honor.
En la cumbre de excelsa montaña
La Paloma su nido colgó,
Do sus hijos sustenta y regala
Con manjar de celeste sabor.
Cual vibrantes, seráficas arpas
Sus arrullos sonaron doquier,
Y dos mundos cautivos de amores,
Reverentes, besaron sus pies.
Y, si rústico templo le ofrecen,
Mil sagrarios de ricos diamantes,
Donde puedan sus dones brindar.
A su voz, da la muerte su presa,
A su voz, calma el mar su furor,
A su voz, Satanás el Averno
Huye, loco de espanto y terror.
El Eterno, al mirar se embelesa,
El candor de su faz virginal
Y su gracia sin par, que destila
De bondades copioso raudal.
Es la Cueva precioso venero
De salud, de virtudes, de bien;
En consuelos, encantos y dichas,
Antesala del célico Eden.
A la Cueva gozosos volemos
Que es de Altura la joya mejor,
De Alcublas la gloria más pura
De Valencia la más linda flor.
(D. José Perpiñán y Artíguez, presbítero, que ostentó el cargo de Beneficiado Maestro de Capilla y Organista de la catedral de Segorbe en 1886; y armonización de Pedro Tomás Carbó, de la Orden de los Carmelitas de la Antigua Observancia o Calzados del convento de Onda, ordenado en 1934, y mártir de la Guerra Civil.)
Villa de Altura y Segorbe
A su Cueva María nos llama,
A su trono de gracia y amor;
A la Cueva gozosos volemos,
A rendirle tributo de honor.
En la cumbre de excelsa montaña
La Paloma su nido colgó,
Do sus hijos sustenta y regala
Con manjar de celeste sabor.
Cual vibrantes, seráficas arpas
Sus arrullos sonaron doquier,
Y dos mundos cautivos de amores,
Reverentes, besaron sus pies.
Y, si rústico templo le ofrecen,
Mil sagrarios de ricos diamantes,
Donde puedan sus dones brindar.
A su voz, da la muerte su presa,
A su voz, calma el mar su furor,
A su voz, Satanás el Averno
Huye, loco de espanto y terror.
El Eterno, al mirar se embelesa,
El candor de su faz virginal
Y su gracia sin par, que destila
De bondades copioso raudal.
Es la Cueva precioso venero
De salud, de virtudes, de bien;
En consuelos, encantos y dichas,
Antesala del célico Eden.
A la Cueva gozosos volemos
Que es de Altura la joya mejor,
De Alcublas la gloria más pura
De Valencia la más linda flor.
(D. José Perpiñán y Artíguez, presbítero, que ostentó el cargo de Beneficiado Maestro de Capilla y Organista de la catedral de Segorbe en 1886; y armonización de Pedro Tomás Carbó, de la Orden de los Carmelitas de la Antigua Observancia o Calzados del convento de Onda, ordenado en 1934, y mártir de la Guerra Civil.)