Salvadores de árboles
Un vecino de la pequeña población de Canet Lo Roig recibió la visita de unos hombres que le querían comprar su olivo. Después de interrogarles sobre cómo transcurriría la operación les contestó «si quieren un árbol como éste sólo tienen que plantar uno y esperar 2.000 años, es cuestión de paciencia». Paciencia y tiempo es lo que tienen los propietarios que durante siglos han contribuido a salvar estos monumentos naturales, generación tras generación, en Canet, La Jana, Xert, Traiguera o Sant Mateu, epicentro de la concentración de olivares milenarios. Árboles con anécdotas como las que envuelven al ‘olivo de los cuatro pies’. Cuentan que durante las guerras carlistas
el boticario de Canet se refugió en su interior perseguido por las tropas gubernamentales, que no consiguieron encontrarle. Muchos testimonios y 1.700 fotografías componen el tesoro de Arturo Esteve, autor de las instantáneas que ilustran este reportaje y primer Premio Nacional de la Difusión de la Cultura del Olivo.
Con voz pausada, Esteve reproduce los albores de Cartago, Roma o Mesopotamia, evocando la presencia del aceite de oliva en rituales que aún perduran. Desde su jubilación se dedica a captar el alma de estos grandes testigos del tiempo que recoge en dos exposiciones que recorren España. «Lo más atrayente es su tronco, donde cuentan sus historias». Una de las que más le sorprendió es la del olivo de Culla que se heló con los fríos de 1956. Sus propietarios, la familia Celades, lo dieron por muerto pero en lugar de convertirlo en leña lo conservaron en el estado en que quedó. Medio siglo después ha rebrotado, sus hojas verdes han vuelto a crecer y a dar vida. El árbol recibió, por su perseverancia y el cariño de sus cuidadores, el premio al mejor olivo monumental de España 2012.
Un vecino de la pequeña población de Canet Lo Roig recibió la visita de unos hombres que le querían comprar su olivo. Después de interrogarles sobre cómo transcurriría la operación les contestó «si quieren un árbol como éste sólo tienen que plantar uno y esperar 2.000 años, es cuestión de paciencia». Paciencia y tiempo es lo que tienen los propietarios que durante siglos han contribuido a salvar estos monumentos naturales, generación tras generación, en Canet, La Jana, Xert, Traiguera o Sant Mateu, epicentro de la concentración de olivares milenarios. Árboles con anécdotas como las que envuelven al ‘olivo de los cuatro pies’. Cuentan que durante las guerras carlistas
el boticario de Canet se refugió en su interior perseguido por las tropas gubernamentales, que no consiguieron encontrarle. Muchos testimonios y 1.700 fotografías componen el tesoro de Arturo Esteve, autor de las instantáneas que ilustran este reportaje y primer Premio Nacional de la Difusión de la Cultura del Olivo.
Con voz pausada, Esteve reproduce los albores de Cartago, Roma o Mesopotamia, evocando la presencia del aceite de oliva en rituales que aún perduran. Desde su jubilación se dedica a captar el alma de estos grandes testigos del tiempo que recoge en dos exposiciones que recorren España. «Lo más atrayente es su tronco, donde cuentan sus historias». Una de las que más le sorprendió es la del olivo de Culla que se heló con los fríos de 1956. Sus propietarios, la familia Celades, lo dieron por muerto pero en lugar de convertirlo en leña lo conservaron en el estado en que quedó. Medio siglo después ha rebrotado, sus hojas verdes han vuelto a crecer y a dar vida. El árbol recibió, por su perseverancia y el cariño de sus cuidadores, el premio al mejor olivo monumental de España 2012.