En época musulmana pertenecía al distrito de
Morella y por esto, tras la conquista cristiana, fue poblado por Blasco de Alagón el 6 de enero de 1239. En 1237, también fueran fundados en su término, por el mismo señor, los lugares de Mola Escaboça y Vilanova, aunque estos pronto quedaran despoblados.
Unos años más tarde se integró en el dominio del
monasterio de Puebla de Benifasar, en cuya tinença se mantuvo durante las épocas
medieval y moderna. A consecuencia de la guerra de
Cataluña, en 1463, quedó despoblado.
En 1523, tenía unos 175 habitantes, y 416 en 1900, y ha bajado hasta 36 en 1981.
Según cuenta una vieja leyenda de
Castell de Cabres, se le impuso este nombre porque en una guerra de hace muchísimos años, en el
pueblo no quedaban más que abuelos, mujeres y niños, debido a que los hombres peleaban en el
campo de batalla. Cierto día al
atardecer, un viejo que estaba de vigía en el
Castillo, vio que se acercaban al pueblo las tropas enemigas para saquearlo por la
noche. Como no disponían de medios humanos para impedirlo, hicieron subir al castillo todas las
cabras que había en el pueblo y les ataron una tea encendida a cada cuerno. El enemigo creyó que tantos puntos de luz en la oscuridad de la noche eran antorchas llevadas por soldados, por lo que, considerando que se trataba de una emboscada, emprendió la retirada precipitadamente. Con esta estratagema se ganó la batalla y se puso al pueblo el nombre de "Castell" por su castillo montano, y "de Cabres" en
homenaje a aquellas cabras que ahuyentaron al enemigo.