Encaramada espectacularmente en la ladera de una
montaña, la ciudad amurallada de
Morella, la antigua Castra Aelia de los
romanos y feudo del carlismo en tiempos del general
Cabrera, señorea el
paisaje del Alto Maestrazgo. Morella puede exhibir una
historia tan antigua como ilustre.
En su comarca se han encontrado numerosos e interesantes restos arqueológicos y todavía se conservan las pinturas rupestres de
Morella la Vella que atestiguan la presencia del hombre prehistórico por estas tierras. En Les Solanes fueron halladas alrededor de una veintena de sepulturas de la Edad de Bronce e hipogeos en
Hostal Nou, reliquias prehistóricas que fueron lamentablemente destruidas. Morella fue uno de los primeros
pueblos asentados en tierras españolas, ya que se considera que su fundación data del período eneolítico, que se sitúa entre el año 2.500 a. C. y el 200 a. C. Con la llegada de los celtas se estableció en el actual emplazamiento de Morella la tribu de los beribraces o brigaces.
De la estancia de los griegos por la comarca da fe, como inestimable testimonio, el denominado Tesoro de Morella, cuyas valiosas monedas se han perdido, y entre las que destacaban las procedentes de Creta, Taras y Magna Grecia. Los cartagineses no lograron someter a los ilercavones (pueblos prerromanos). Aníbal pactó con ellos y los convirtió en aliados suyos.
Mandonio, régulo de Mandonia (Morella), participó en las guerras púnicas y los ilercavones lucharon unas veces al lado de los cartagineses y otras a favor de los romanos, siempre en defensa de su ideal de independencia.
Tras la muerte del general Quinto Sertorio, que se había rebelado contra el poder de Roma, toda la comarca pasó a depender de los romanos, por lo que Morella fue profundamente romanizada y sus habitantes siguieron las
costumbres y aceptaron las leyes
romanas. La ciudad adquirió el título de municipio
romano y se integró en la provincia Tarraconense.
El paso de los visigodos por Morella dejó escasas huellas históricas. No obstante, se considera que las
iglesias de
San Nicolás de Morella y de San Pedro de
Castellfort son de origen visigótico por lo que respecta a su fundación. Los vándalos tomaron Morella a sangre y fuego y la ocuparon durante unos tres años, abandonándola el año 411. Los visigodos mandados por Ataúlfo conquistaron la Tarraconense el año 414, pero Morella, mediante un pacto, quedó dependiendo de Roma hasta que Eurico se adueñó totalmente de la provincia en el año 476.
Durante la invasión árabe, fue ocupada por los bereberes el año 714. Más tarde, la ciudad pasaría a depender del rey árabe de Tortosa. Por esta época aparece vinculado a Morella el nombre del Cid que, al parecer, fue quien reconstruyó su
castillo.
En las inmediaciones de Morella se desarrolló una famosa batalla durante la dominación musulmana, de la que fue principal protagonista Rodrigo Díaz de Vivar, contra el que unieron sus fuerzas el rey moro de Tortosa y el rey cristiano Sancho Ramírez de
Aragón. El Cid les presentó batalla al pie de Morella el 14 de agosto de 1084, en el llamado Pla del Rei, derrotando a sus oponentes, haciendo prisioneros a 2.000 mesnaderos y a numerosos nobles cristianos y jeques árabes.
El año 1117, Alfonso I el Batallador reconquistó Morella por primera vez para los cristianos. Pero la ciudad volvió a poder de los musulmanes, y el conde Ramón Berenguer intentó apoderarse de ella el año 1157, tras la conquista de Alcañiz, aunque no lo consiguió. Había de ser Jaime I el Conquistador quien, el año 1232, expulsase definitivamente a los árabes.
Las fuerzas cristianas que reconquistaron Morella estuvieron dirigidas por don Blasco de Alagón -conocido por el sobrenombre de El Mayor-, que fue señor feudal de la ciudad, la cual, a su muerte, pasó a depender directamente del poder real. Don Blasco publicó el 16 de abril de 1233 la primera carta-puebla de Morella, que concedía a sus habitantes los fueros de Sepúlveda y
Extremadura. Posteriormente, el rey don Jaime suprimió el feudo y anuló la carta-puebla, dictando otra el 16 de febrero de 1249. Jaime I se comportó generosamente con los morellanos y les otorgó el honroso privilegio de la fidelidad.
Durante la Guerra de Sucesión, Morella tomó partido por Felipe V. Los partidarios del Archiduque Carlos, al mando de Mut de Valjunquera, intentaron entrar en Morella, pero fueron derrotados en la
sierra de San Marcos. Morella tuvo que rendirse, al fin, el 3 de febrero a las fuerzas de Felipe V que la sitiaban. Bajo el reinado de este monarca, Morella se convirtió en capital de Gobernación
Militar y Política.
En 1808 se sumó al patriótico levantamiento contra Napoleón; como en muchos lugares fueron las clases populares las que se enfrentaron con las tropas invasoras. Por fin, en octubre de 1813 las fuerzas españolas, mandadas por el general Elío, consiguieron reconquistarla.
En los años del reinado de Fernando VII, Morella se vio envuelta en constantes convulsiones políticas, enfrentándose abierta y enconadamente los partidarios de la Constitución de 1812 y los partidarios del absolutismo, denominados realistas.
Los enfrentamientos culminaron el 5 de junio de 1822, cuando un grupo de absolutistas hicieron que la guarnición de Morella se rindiese, haciéndoles creer que contaban con fuerzas muy numerosas. Doce días más tarde las tropas gubernamentales recuperaron la ciudad. No obstante, un año después los absolutistas volvieron a ocupar la población.
Al morir Fernando VII en 1833 y encenderse la cruel Guerra Carlista entre los partidarios del hermano del rey fallecido, don Carlos, y los de la reina madre María Cristina, de nuevo volvió a ser escenario de cruentas luchas y avatares sin cuento. Morella fue conquistada por el
ejército de Ramón Cabrera el 26 de enero de 1838, defendida victoriosamente ante el ataque de las cinco divisiones del general Oraá en
verano del mismo año, y convertida en la capital carlista del territorio controlado por Cabrera hasta 1840. Cuando la tercera guerra carlista terminó, Morella se dedicó durante años a restañar los daños experimentados en la contienda.