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Un leñador cortaba madera en la ribera de un
río que estaba consagrado a Mercurio, y se le cayó el hacha al
agua, de lo cual sumamente afligido el leñador se puso a llorar en la orilla.
Movido el dios a la compasión, se le apareció y le preguntó la causa de su pesar. Una vez informado de todo, le presentó al leñador un hacha de oro y le preguntó si era el hacha que había perdido, pero él respondió que no. Después le enseñó Mercurio un hacha de plata, y le dijo si era aquella la que había perdido,
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