Nada comparable, a los rizos del
mar mientra mientras yo velaba su fingido sueño.
Mis dedos se enredaban es su pelo, y, luego galopaban hasta lo infinito
El
agua lamía sus pies y dejaba prendidos besos de espuma.
Puñados de arena vertí sobre su desnudez... hasta que nos sorprendió la
noche... muy despiertos, aplastando la arena.
Piedrecitas diminutas rebotaban sobre nuestros cuerpos que a su vez rebotaban sobre miles de piedrecitas mudas.
En tan alocado galope, nos sorprendió la Luna, blanca
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