Tan bonita estaba la
flor, presidiendo ella sola, su gran maceta de
cerámica, que me quede mirándola durante un rato, tanto fijé la vista en la caléndula que, sin querer perdí el hilo de mis propios pensamientos, hasta que de pronto escucho por detrás mío “esa flor se come“, mi mente volvió a mi cabeza de golpe y porrazo, para analizar la frase que había entrado por mis orejas “la caléndula se come“, mi primera reacción fue dudar, la segunda preguntarme “ ¿a qué sabe?“ y la tercera arrancarle un
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