¡Oh gloriosa protectora nuestra
Santa Gema!, tú que cruzaste este
valle de lágrimas sobre las punzantes espinas del infortunio, experimentando toda suerte de trabajos y dolores, compadécete desde el encumbrado trono de gloria, que gozas en el
cielo, de quienes nos sentimos desfallecer bajo el peso de la desgracia, alcánzanos la salud de la persona amada por la que te invocamos si ha de ser para mayor bien espiritual de nuestras almas.