Desde que vi tu diáfano pañuelo
mandándome un adiós tengo una pena
tan callada, tan mía, tan serena,
que ya más que una pena es un consuelo.
Miro al azul, y me entristece el
cielo;
miro hacia el
mar, y el mismo mar me apena,
y hasta la luna, para mí tan buena,
hoy agrava mi sordo desconsuelo;
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