PRIMER DIA DE CLASES
(ANECDOTA)
Durante toda la semana de lo único que habla la pequeña María es de que va a ir al colegio. Mira sus crayones de cera, sus libros de pintar y se le encienden sus ojos traviesos. Sus papás, preocupados de que no se adapte, la sondean de vez en cuando: nena, ¿verdad que no vas a llorar? La nena contesta que no, mientras sigue mirando sus crayones de cera y las acuarelas de colores. Su mamá la mira e intenta adivinar qué podrá sentir una niña de cuatro años que irá por primera vez al colegio.
La mamá de la pequeña María se recuerda que en su primer día de clases ella lloró toda la mañana. Al regresar a casa, ese día, no le habló el resto de la tarde a su mamá, que la había abandonado en el colegio a su suerte. La estrategia de su maestra fue enseñarle una muñeca con la que jugaría ella si entraba al aula. En ese descuido, su mamá se fue a casa. Al siguiente día, ella no quería saber nada del colegio. Pero fue entonces que su papá se acercó, se la sentó en las piernas y le dijo que todas las niñas bonitas siempre iban al colegio, y que si se iba al colegio de buena gana, la invitaba a comer a Pollo Campero el domingo.
Ahora le toca a ella la tarea de ir a dejar la pequeña María. Piensa en todas las historias que se cuentan de niños golpeados por otros, abusados por profesores, castigos exagerados, tareas agotadoras. Será la primera vez que María se las tendrá que arreglar solita, pero también será la primera vez que ella se quedará sola en la casa. Es increíble cómo llena la casa un niño. No sólo a María le puede hacer falta la casa, también la casa la extrañará a ella.
Llega entonces el primer día de clases. María ya está peinada, con dos colitas de pelo, su uniforme azul y blanco, su lonchera y su mochila de princesas. Lleva puesta su sonrisa de siempre, pero unas cuadras antes de llegar al colegio la sonrisa desaparece. La maestra saluda a la mamá, se presenta a la niña, e inclinándose, le dice que es una niña muy bonita y que su mochila está linda. La niña está seria, su sonrisa sigue desaparecida. La maestra entonces trae a otra niña que ya ha estado antes en el colegio y les propone que jueguen. La niña le dice que jueguen de “la lleva” y la pequeña María, dudosa, acepta, y las dos salen corriendo a encontrarse con otro grupo de niños. La mamá, aguantando el llanto, se va del colegio. Al regresar, la casa en completo silencio le recuerda que la pequeña María ha empezado a aprender a hacer vida independiente. La ausencia de ruidos la pone un poco triste. Pero ocupada por los quehaceres se le pasa la mañana y llega la hora de ir por María.
La pequeña María está muy animada cuando llega su mamá al colegio, y al verla, sale corriendo a abrazarla y le dice que hizo dibujos, pintó y jugó con las otras niñas. Otro niño se pasó llorando toda la mañana y a ella no le gustó eso. Está chilero el colegio mama, dice. Su mamá respira aliviada y la felicita por haber superado el primer día de clases. ¿Ya viste?, es bonito estudiar, le dice. Sí mami, dice la niña, sonriendo. En el camino de regreso a casa, la nena brinca y canta una canción que aprendió hoy. Su mamá sonríe al verle sus ojitos hinchados.
(ANECDOTA)
Durante toda la semana de lo único que habla la pequeña María es de que va a ir al colegio. Mira sus crayones de cera, sus libros de pintar y se le encienden sus ojos traviesos. Sus papás, preocupados de que no se adapte, la sondean de vez en cuando: nena, ¿verdad que no vas a llorar? La nena contesta que no, mientras sigue mirando sus crayones de cera y las acuarelas de colores. Su mamá la mira e intenta adivinar qué podrá sentir una niña de cuatro años que irá por primera vez al colegio.
La mamá de la pequeña María se recuerda que en su primer día de clases ella lloró toda la mañana. Al regresar a casa, ese día, no le habló el resto de la tarde a su mamá, que la había abandonado en el colegio a su suerte. La estrategia de su maestra fue enseñarle una muñeca con la que jugaría ella si entraba al aula. En ese descuido, su mamá se fue a casa. Al siguiente día, ella no quería saber nada del colegio. Pero fue entonces que su papá se acercó, se la sentó en las piernas y le dijo que todas las niñas bonitas siempre iban al colegio, y que si se iba al colegio de buena gana, la invitaba a comer a Pollo Campero el domingo.
Ahora le toca a ella la tarea de ir a dejar la pequeña María. Piensa en todas las historias que se cuentan de niños golpeados por otros, abusados por profesores, castigos exagerados, tareas agotadoras. Será la primera vez que María se las tendrá que arreglar solita, pero también será la primera vez que ella se quedará sola en la casa. Es increíble cómo llena la casa un niño. No sólo a María le puede hacer falta la casa, también la casa la extrañará a ella.
Llega entonces el primer día de clases. María ya está peinada, con dos colitas de pelo, su uniforme azul y blanco, su lonchera y su mochila de princesas. Lleva puesta su sonrisa de siempre, pero unas cuadras antes de llegar al colegio la sonrisa desaparece. La maestra saluda a la mamá, se presenta a la niña, e inclinándose, le dice que es una niña muy bonita y que su mochila está linda. La niña está seria, su sonrisa sigue desaparecida. La maestra entonces trae a otra niña que ya ha estado antes en el colegio y les propone que jueguen. La niña le dice que jueguen de “la lleva” y la pequeña María, dudosa, acepta, y las dos salen corriendo a encontrarse con otro grupo de niños. La mamá, aguantando el llanto, se va del colegio. Al regresar, la casa en completo silencio le recuerda que la pequeña María ha empezado a aprender a hacer vida independiente. La ausencia de ruidos la pone un poco triste. Pero ocupada por los quehaceres se le pasa la mañana y llega la hora de ir por María.
La pequeña María está muy animada cuando llega su mamá al colegio, y al verla, sale corriendo a abrazarla y le dice que hizo dibujos, pintó y jugó con las otras niñas. Otro niño se pasó llorando toda la mañana y a ella no le gustó eso. Está chilero el colegio mama, dice. Su mamá respira aliviada y la felicita por haber superado el primer día de clases. ¿Ya viste?, es bonito estudiar, le dice. Sí mami, dice la niña, sonriendo. En el camino de regreso a casa, la nena brinca y canta una canción que aprendió hoy. Su mamá sonríe al verle sus ojitos hinchados.