La Constitución perdió ayer a otro de sus padres. Gregorio Peces-Barba falleció en Oviedo a los 74 años tras varios días ingresado a causa de una insuficiencia renal complicada por otra cardíaca. Aunque el Congreso se ofreció para alojar la capilla ardiente, finalmente su familia decidió que ésta se instalara en el municipio madrileño de Colmenarejo, donde Peces-Barba mantenía su residencia y donde también recibirá sepultura.
Tras de sí el político socialista deja una dilatada carrera dedicada al servicio público y a la educación universitaria. Peces-Barba, abogado de profesión, sufrió también el acoso de la dictadura y llegó a ser condenado al destierro en la localidad burgalesa de Santa María del Campo. Tras la muerte de Franco y el comienzo de la Transición fue la persona designada por el PSOE para representarle en la elaboración de la Carta Magna. En su elección jugaron un papel fundamental dos de sus más importante cualidades: su enorme bagaje intelectual y su capacidad para alcanzar acuerdos. Su pensamiento puede resumirse en una de sus frases: «Las discrepancias políticas no tienen que resolverse desde la dialéctica del odio, si no desde la dialéctica de la amistad».
Junto a los también fallecidos Manuel Fraga, Jordi Solé Tura y Gabriel Cisneros, además de Miquel Roca, José Pérez-Llorca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, protagonizó las maratonianas reuniones durante las que nació una Constitución que introdujo a España en la senda democrática.
Con la primera victoria de Felipe González en 1982, Peces-Barba fue nombrado presidente del Congreso hasta 1986, cuando por sorpresa abandonó la política para regresar a las aulas. Muy vinculado a José Luis Rodríguez Zapatero en los primeros años de mandato de éste, en el 2004 regresó al primer plano para ejercer como alto comisionado para el Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, una labor que le acarrearía críticas amargas. Peces-Barba presentó su renuncia tras dos años en el cargo. «Me ha dolido ver cómo el PP utiliza a las víctimas del terrorismo y la lucha antiterrorista para arañar un puñado de votos. En política no vale todo», afirmó tras anunciar su despedida.
Su vocación por la enseñanza fue más intensa aún que la política. A finales de los ochenta participó activamente en la creación de la Universidad Carlos III de Madrid, de la que fue rector y profesor de Derecho Moral. En los últimos años no quiso renegar de su papel de docente y los dedicó a participar en seminarios y conferencias así como a colaborar con medios de comunicación.
En el Congreso, los diputados guardaron ayer un minuto de silencio después de que el actual presidente, Jesús Posada, ensalzara la figura de su predecesor.
En el Congreso, los diputados guardaron ayer un minuto de silencio después de que el actual presidente, Jesús Posada, ensalzara la figura de su predecesor.