y las manos metidas
en los bolsillos,
salíme ayer al coto
muy de mañana,
dispuesto a no dejarme
tórtola sana,
ni perdiz, ni conejo
que no matase,
ni codorniz, ni liebre
que lo contase.
¡Qué mañanita hacía
tan deliciosa!
¡Qué brisa la del monte
tan olorosa!
¡Qué aurora tan radiante!,
¡qué algarabía
de pájaros cantores
la que se oía!
Henchía los pulmones
un airecillo
con aromas de espliegos
y de tomillo;
flotaban las neblinas
en la hondonada,
bramaban los becerros
en la majada,
las alondras corrían
en los bolsillos,
salíme ayer al coto
muy de mañana,
dispuesto a no dejarme
tórtola sana,
ni perdiz, ni conejo
que no matase,
ni codorniz, ni liebre
que lo contase.
¡Qué mañanita hacía
tan deliciosa!
¡Qué brisa la del monte
tan olorosa!
¡Qué aurora tan radiante!,
¡qué algarabía
de pájaros cantores
la que se oía!
Henchía los pulmones
un airecillo
con aromas de espliegos
y de tomillo;
flotaban las neblinas
en la hondonada,
bramaban los becerros
en la majada,
las alondras corrían