ACABARÉ LA HISTORIA YO
Todo lo que ha contado Ruffo es verdad, fui la culpable de todo por quedarme de charleta con unas vecinas valencianas. Ruffo quedó atado y abandonado sobre las 10 de la mañana del Jueves Santo pasado.
Subí a casa y todos seguían durmiendo, tomé mi segundo café y una tostada de pan tomaca, el que a Ruffo le chifla, coloqué algunas cosas sin hacer ruidos, saludé a mis amigos de los foros locales, abrí el correo y se levanta mi nieta. Como no sabía hablar me hace unos gestos muy raros y empieza a recorrer la casa buscando algo, mira debajo del sofá, debajo de mi cama, detrás de las cortinas y yo pensando que lo que buscaba era algún juguete.
Preparé zumos para el desayuno y de pronto sale mi nieto de cinco años medio adormilado a beberse su cacao y me pregunta: ¿Abuela, y Ruffo?, ¡JESÚS!, casi me da un infarto, me temblaban las piernas y el corazón parecía salírseme. RÁPIDO, LEVANTAOS Y ATENDED A LOS NIÑOS, HE DEJADO A RUFFO OLVIDADO EN LA PUERTA DEL SUPERMERCADO!.
Llamo a los ascensores y que no bajaba ninguno, bajo por las escaleras y salgo a la calle como una posesa; de pronto lo ví bajo los tejadillos de los aparcamientos, solo, como ausente. Seguía lloviendo, pero un poco menos y unos débiles rayos de sol dibujaron un arco iris encima de las montañas en dirección a Benicássim. Según me acercaba a mi perrín iba pensando que aquel arco iris era el de la buena suerte.
Sólo pedía que no me viera nadie de lo avergonzada que estaba; desaté a RUFFITO y le dije en Valenciano: RUFFET, NO PASSA RES. Me miró con cara de pocos amigos, hasta creo que se quedó con ganas de llamarme cualquier cosa. ¡AY SI LOS PERROS HABLARAN, MEJOR QUE NO HABLEN!, pero el mío me estaba hablando con sus ojos azabache.
Llamé por el telefonillo para decir a mi familia que Ruffo estaba bien y con una toalla de playa que tenía en el coche lo sequé y lo apreté muy fuerte contra mí para darle calor, estaba tiritando, no sé si de miedo, de frío, de pena por tener una amita tan irresponsable.
Nos quedamos un rato dentro del coche, tenía ganas de estar con mi chiquitín a solas, vivir el momento, sentir como palpitaba su pequeño corazón y sobre todo darle calor. Ruffo tapado con la toalla y con su cabecita medio fuera me recordó a E. T. E.
¿Cómo saber si estaba enfadado conmigo?
¿Cómo saber lo que se le había pasado por su cabecita perruna?
¿Cómo saber si le quedarían secuelas psicológicas por esta experiencia?.
Mis dudas se diluyeron en el momento en el que RUFFO, según lo tenía sujeto y tapado, sacó su cabeza del todo y me dio un lengüetazo en una mano.
Noemí.
Todo lo que ha contado Ruffo es verdad, fui la culpable de todo por quedarme de charleta con unas vecinas valencianas. Ruffo quedó atado y abandonado sobre las 10 de la mañana del Jueves Santo pasado.
Subí a casa y todos seguían durmiendo, tomé mi segundo café y una tostada de pan tomaca, el que a Ruffo le chifla, coloqué algunas cosas sin hacer ruidos, saludé a mis amigos de los foros locales, abrí el correo y se levanta mi nieta. Como no sabía hablar me hace unos gestos muy raros y empieza a recorrer la casa buscando algo, mira debajo del sofá, debajo de mi cama, detrás de las cortinas y yo pensando que lo que buscaba era algún juguete.
Preparé zumos para el desayuno y de pronto sale mi nieto de cinco años medio adormilado a beberse su cacao y me pregunta: ¿Abuela, y Ruffo?, ¡JESÚS!, casi me da un infarto, me temblaban las piernas y el corazón parecía salírseme. RÁPIDO, LEVANTAOS Y ATENDED A LOS NIÑOS, HE DEJADO A RUFFO OLVIDADO EN LA PUERTA DEL SUPERMERCADO!.
Llamo a los ascensores y que no bajaba ninguno, bajo por las escaleras y salgo a la calle como una posesa; de pronto lo ví bajo los tejadillos de los aparcamientos, solo, como ausente. Seguía lloviendo, pero un poco menos y unos débiles rayos de sol dibujaron un arco iris encima de las montañas en dirección a Benicássim. Según me acercaba a mi perrín iba pensando que aquel arco iris era el de la buena suerte.
Sólo pedía que no me viera nadie de lo avergonzada que estaba; desaté a RUFFITO y le dije en Valenciano: RUFFET, NO PASSA RES. Me miró con cara de pocos amigos, hasta creo que se quedó con ganas de llamarme cualquier cosa. ¡AY SI LOS PERROS HABLARAN, MEJOR QUE NO HABLEN!, pero el mío me estaba hablando con sus ojos azabache.
Llamé por el telefonillo para decir a mi familia que Ruffo estaba bien y con una toalla de playa que tenía en el coche lo sequé y lo apreté muy fuerte contra mí para darle calor, estaba tiritando, no sé si de miedo, de frío, de pena por tener una amita tan irresponsable.
Nos quedamos un rato dentro del coche, tenía ganas de estar con mi chiquitín a solas, vivir el momento, sentir como palpitaba su pequeño corazón y sobre todo darle calor. Ruffo tapado con la toalla y con su cabecita medio fuera me recordó a E. T. E.
¿Cómo saber si estaba enfadado conmigo?
¿Cómo saber lo que se le había pasado por su cabecita perruna?
¿Cómo saber si le quedarían secuelas psicológicas por esta experiencia?.
Mis dudas se diluyeron en el momento en el que RUFFO, según lo tenía sujeto y tapado, sacó su cabeza del todo y me dio un lengüetazo en una mano.
Noemí.