El estratégico enclave de Segorbe , junto al río Palancia, en la ruta natural que une la costa con las tierras altas de Teruel y sobre un amplio risco, el cerro de Sopeña, que se adentra hacia el valle, fertilizado por abundantes fuentes y manantiales, han convertido este cerro a lo largo de la historia en foco de culturas y solar de la población. Su forma amesetada, con pronunciadas pendientes que facilitan una defensa perfecta contra posibles enemigos y su dominio del valle que lo circunda, hacen de esta elevación una inmejorable posición estratégica, lo que determinó que la cima fuera ocupada de forma permanente desde la Prehistoria. Aunque la envergadura de las sucesivas edificaciones realizadas en la cima han ocultado o destruido los niveles más antiguos, los restos arqueológicos permiten confirmar la existencia de un primer asentamiento durante la Edad del Bronce.
En la Época Ibérica, algunos restos de cerámica corroboran que la cima continuó siendo habitada estableciéndose en ella una importante población de la que apenas quedan vestigios. No podemos olvidar que este asentamiento es el conocido como Segóbriga, aunque existe cierta polémica sobre esta cuestión, no obstante debemos dejar constancia del significado de la raíz Seg- que según modernos autores equivale a la palabra germánica Sieg- la cual tenía significado de Victoria o Fuerza, condición que subraya la hipótesis apuntada en cuanto a las características de la ciudad.
Otra de las teorías sobre el origen del nombre de Segóbriga nos la da el Obispo Aguilar en su obra “Noticias de Segorbe y su Obispado” (Aguilar, 1890) en la que nos cuenta que los íberos llamaron a esta ciudad Segorb, lo que en aquella lengua equivale a “Ciudad elevada o Ciudad en lo alto”. Más tarde, con la llegada de los celtas y la fusión de éstos con los íberos, se formó el pueblo celtíbero, pasándose a llamar Segóbriga.
La terminación –briga, según los filólogos, es de origen celta y tiene la acepción genérica de significar fortaleza.
Identificada como la Segóbriga romana a raíz de los testimonios de autores clásicos como Plinio, Estrabón o Ptolomeo y de historiadores autóctonos, podemos afirmar que la romanización del Alto Palancia fue profunda. Al paso de la antigua calzada que comunicaba la costa (Saguntum) con el interior en su camino hacia Bílbilis (Calatayud), la Época Romana trajo consigo un importante desarrollo de todo el valle del Palancia atestiguado por los abundantes restos conservados en varias poblaciones de la comarca y otros actualmente desaparecidos, mencionados en las fuentes antiguas como cerámica, monedas y lápidas. El Cerro de Sopeña continúa estando ocupado en la época romana, aunque tal vez fue entonces cuando se abandona como lugar de habitación trasladándose la población hacia el valle en busca de las fértiles tierras del llano.
El hecho más importante de Segóbriga en la época visigoda, es la constancia histórica de la existencia de su sede episcopal, por cuanto que en el año 546 se celebró el concilio Valentino, al que concurrió el prelado segobricense, según diversas fuentes. Al convertirse el rey Recaredo al Cristianismo se celebró, en el año 589 el II Concilio de Toledo. El primer obispo conocido de Segorbe fue Próculo que ocupó el asiento 28 en este concilio. A partir de entonces hay referencias de la asistencia a casi todos los Concilios de Toledo por parte de los obispos de Segorbe.
En la Época Ibérica, algunos restos de cerámica corroboran que la cima continuó siendo habitada estableciéndose en ella una importante población de la que apenas quedan vestigios. No podemos olvidar que este asentamiento es el conocido como Segóbriga, aunque existe cierta polémica sobre esta cuestión, no obstante debemos dejar constancia del significado de la raíz Seg- que según modernos autores equivale a la palabra germánica Sieg- la cual tenía significado de Victoria o Fuerza, condición que subraya la hipótesis apuntada en cuanto a las características de la ciudad.
Otra de las teorías sobre el origen del nombre de Segóbriga nos la da el Obispo Aguilar en su obra “Noticias de Segorbe y su Obispado” (Aguilar, 1890) en la que nos cuenta que los íberos llamaron a esta ciudad Segorb, lo que en aquella lengua equivale a “Ciudad elevada o Ciudad en lo alto”. Más tarde, con la llegada de los celtas y la fusión de éstos con los íberos, se formó el pueblo celtíbero, pasándose a llamar Segóbriga.
La terminación –briga, según los filólogos, es de origen celta y tiene la acepción genérica de significar fortaleza.
Identificada como la Segóbriga romana a raíz de los testimonios de autores clásicos como Plinio, Estrabón o Ptolomeo y de historiadores autóctonos, podemos afirmar que la romanización del Alto Palancia fue profunda. Al paso de la antigua calzada que comunicaba la costa (Saguntum) con el interior en su camino hacia Bílbilis (Calatayud), la Época Romana trajo consigo un importante desarrollo de todo el valle del Palancia atestiguado por los abundantes restos conservados en varias poblaciones de la comarca y otros actualmente desaparecidos, mencionados en las fuentes antiguas como cerámica, monedas y lápidas. El Cerro de Sopeña continúa estando ocupado en la época romana, aunque tal vez fue entonces cuando se abandona como lugar de habitación trasladándose la población hacia el valle en busca de las fértiles tierras del llano.
El hecho más importante de Segóbriga en la época visigoda, es la constancia histórica de la existencia de su sede episcopal, por cuanto que en el año 546 se celebró el concilio Valentino, al que concurrió el prelado segobricense, según diversas fuentes. Al convertirse el rey Recaredo al Cristianismo se celebró, en el año 589 el II Concilio de Toledo. El primer obispo conocido de Segorbe fue Próculo que ocupó el asiento 28 en este concilio. A partir de entonces hay referencias de la asistencia a casi todos los Concilios de Toledo por parte de los obispos de Segorbe.