¿tienes un negocio?



así por la montaña inacabable
la errante caravana descendía
con la vaga inquietud y la inconsciencia
de bestias que abandonan la querencia.
¿Adónde vamos?' -se decían todos
en su mudo terror- y su alma obscura
de víctimas, forjada en los éxodos
de la raza, 'a la selva, a la llanura-
les contestaba- al páramo, al camino,
a donde van por el invierno el ave
de los cielos, el cardo peregrino
y el agua del torrente... ¿quién lo sabe?'...
' ¿Qué haré? ¡Dios mío!' -en su infinita pena
gemía el viejo- y esa lengua ignota ... (ver texto completo)
Y lloraba, en seguimiento
del ganado, la mustia cabalgata.
El viejo iba el primero. La melena
de los coigües movidos por el viento
le arañaba las barbas de oro y plata.
Mudo, sobre el caballo campesino,
clavaba, fijamente, las pupilas
seniles y tranquilas
en las hojas caídas del camino.
La selva repetía los sollozos ... (ver texto completo)
así por la montaña inacabable
la errante caravana descendía
con la vaga inquietud y la inconsciencia
de bestias que abandonan la querencia.
Corría al frente
el río, era la linde más cercana
y a través de su gélida corriente
tomó la dolorosa caravana.
Montaña iba adelante,
la vaca de los niños; sus mugidos
buscaban a sus críos que, ateridos,
la seguían. Tras de ellos Cordillera
marchaba, el gemebundo y viejo toro,
y a la siga iba, el último, Flor de Oro, ... (ver texto completo)
Y lloraba, en seguimiento
del ganado, la mustia cabalgata.
El viejo iba el primero. La melena
de los coigües movidos por el viento
le arañaba las barbas de oro y plata.
Mudo, sobre el caballo campesino,
clavaba, fijamente, las pupilas
seniles y tranquilas
en las hojas caídas del camino.
La selva repetía los sollozos ... (ver texto completo)
En un claro
del bosque el centenario campesino,
patriarca de las selvas, escuchaba,
como un reo de muerte,
la implacable sentencia del destino.
La justicia del hombre le arrojaba
del terruño. Debiera salir luego,
al instante. Rodar era su suerte
como rueda un leproso... No era suya
la tierra no era suyo aquel asilo ... (ver texto completo)
Corría al frente
el río, era la linde más cercana
y a través de su gélida corriente
tomó la dolorosa caravana.
Montaña iba adelante,
la vaca de los niños; sus mugidos
buscaban a sus críos que, ateridos,
la seguían. Tras de ellos Cordillera
marchaba, el gemebundo y viejo toro,
y a la siga iba, el último, Flor de Oro, ... (ver texto completo)
Diego Dublé Urrutia

El lanzamiento

De pronto, en pleno día, cual si hubiera
caído ya la tarde, la montaña
paró de resonar... Bajó la fiera
del monte. Despertóse la alimaña
rondadora y el último gemido
del viejo roble herido ... (ver texto completo)
En un claro
del bosque el centenario campesino,
patriarca de las selvas, escuchaba,
como un reo de muerte,
la implacable sentencia del destino.
La justicia del hombre le arrojaba
del terruño. Debiera salir luego,
al instante. Rodar era su suerte
como rueda un leproso... No era suya
la tierra no era suyo aquel asilo
de raposas, labrado por sus manos.
La ley lo quiere así: no es del labriego
que la vence, la selva impenetrable,
sino del que la compra... Las mujeres
lloraban y el anciano venerable
sollozaba también. La selva pía
respondía al clamor de aquellos seres
desolados... Tardaban.. Ya no había
sino que obedecer. Era la hora
de la siesta y, en fila, lentamente,
partieron para siempre, y hasta ahora...
Aquello semejaba una partida
para la eternidad... ... (ver texto completo)
Diego Dublé Urrutia

El lanzamiento

De pronto, en pleno día, cual si hubiera
caído ya la tarde, la montaña
paró de resonar... Bajó la fiera
del monte. Despertóse la alimaña
rondadora y el último gemido
del viejo roble herido ... (ver texto completo)
Era un cuento muy bello:
Tres príncipes hermanos
que se fueron por mares y países lejanos
tras la bella princesa que la mano de una hada
en un lago sin fondo mantenía encantada.
El mayor, que fue al norte, no regresó en su vida;
el otro, que era un loco, pereció en la partida;
y el menor, que era un ángel por lo adorable y bello,
llegó al fondo del lago sin perder un cabello...
Allá abajo, en el fondo, vio paisajes divinos, ... (ver texto completo)
-Así acabó la historia de aquella noche... El gato
se despertó gruñendo, desperezóse un rato
y se durmió de nuevo. Zumbó las ventolina
en el cañón, ya frío, de la vieja cocina...
Se levantó un chicuelo y sin hacer ruido
enhollinó la cara de otro chico dormido...
Yo, me quedé soñando con el príncipe amado
por la bella princesa, con el lago encantado
y también con los tristes y apartados desiertos
donde duermen los huesos de los príncipes muertos.
Diego Dublé Urrutia

En el fondo del lago

Soñé que era muy niño, que estaba en la cocina
escuchando los cuentos de la vieja Paulina.
Nada había cambiado: el candil en el muro,
el brasero en el suelo y en un rincón oscuro
el gato, dormitando. La noche estaba fría
y el tiempo tan revuelto, que la casa crujía... ... (ver texto completo)
Era un cuento muy bello:
Tres príncipes hermanos
que se fueron por mares y países lejanos
tras la bella princesa que la mano de una hada
en un lago sin fondo mantenía encantada.
El mayor, que fue al norte, no regresó en su vida;
el otro, que era un loco, pereció en la partida;
y el menor, que era un ángel por lo adorable y bello,
llegó al fondo del lago sin perder un cabello...
Allá abajo, en el fondo, vio paisajes divinos, ... (ver texto completo)
Diego Dublé Urrutia

En el fondo del lago

Soñé que era muy niño, que estaba en la cocina
escuchando los cuentos de la vieja Paulina.
Nada había cambiado: el candil en el muro,
el brasero en el suelo y en un rincón oscuro
el gato, dormitando. La noche estaba fría
y el tiempo tan revuelto, que la casa crujía... ... (ver texto completo)
Derek Walcott

Mañana, mañana

Recuerdo las ciudades que nunca he visto
exactamente. Venecia con sus venas de plata, Leningrado
con sus minaretes de toffee retorcido. París. Pronto
los impresionistas obtendrán sol de las sombras.
¡Oh! y las callejas de Hyderabad como una cobra desenroscándose.
... (ver texto completo)
Es como una concha soldada a la roca del mar,
y no hay cuchillo que pueda desprenderla».

Los sutiles torturadores
fingen creerlo. El moderno sermón del prelado
muestra que no hay mal, tan sólo voluntad mal orientada,
pero los ojos de los pescadores de caracolas son grises como ostras
y la negra vela se desliza lentamente bajo su quilla musgosa.
«Es Abdón el usurpador, a cuyo corazón se adhiere el sapo.»
«No hay nada bajo su yelmo salvo vuestro miedo». ... (ver texto completo)
Les explicamos que es la luz de la luna amotinada sobre las olas,
el espejismo de los pescadores, que tan sólo están enloquecidos
por la sal en los cortes de las palmas de sus manos, pero todos creen
que es Abdón, que lo que se yergue en el empapado rompeolas,
haciendo temblar sus alas nervudas como un perro mojado,
erecto como una pastinaca, es una manta, no el demonio;
pero el más joven repite con voz inhumana
por la afonía, como el cansino retirarse de las olas
sobre la roca ulcerada ... (ver texto completo)
¿Quién es este príncipe? ¿Qué yelmo lleva?
Vemos volar alto a los rabihorcados carroñeros, cada vez más abundantes,
vemos que nuestro aliento traza formas vacilantes,
pero ¿qué es lo que le perturba en los empapados acantilados,
mientras mira las estrellas insomne como el mar?
¿Qué embozados rumores atraviesan el reino,
ocultándose de las linternas de los vigilantes nocturnos en las calles mojadas?
Abofeteados por nuestros inquisidores, los mariscadores de caracolas sólo
farfullan:
Es como una concha soldada a la roca del mar,
y no hay cuchillo que pueda desprenderla».

Los sutiles torturadores
fingen creerlo. El moderno sermón del prelado
muestra que no hay mal, tan sólo voluntad mal orientada,
pero los ojos de los pescadores de caracolas son grises como ostras
y la negra vela se desliza lentamente bajo su quilla musgosa.
«Es Abdón el usurpador, a cuyo corazón se adhiere el sapo.»
«No hay nada bajo su yelmo salvo vuestro miedo». ... (ver texto completo)
Derek Walcott

Los mariscadores de caracolas

Dado que la peluda ortiga, la bifurcada mandrágora y la maligna
seta, la baba de sapo o el afilado y espinoso erizo
son, por su naturaleza, venenosos, no deberíamos dudar de
lo que murmuran haber visto con sus ojos de luna los mariscadores de
caracolas.
¿Quién es este príncipe? ¿Qué yelmo lleva?
Vemos volar alto a los rabihorcados carroñeros, cada vez más abundantes,
vemos que nuestro aliento traza formas vacilantes,
pero ¿qué es lo que le perturba en los empapados acantilados,
mientras mira las estrellas insomne como el mar?
¿Qué embozados rumores atraviesan el reino,
ocultándose de las linternas de los vigilantes nocturnos en las calles mojadas?
Abofeteados por nuestros inquisidores, los mariscadores de caracolas sólo
farfullan:
Derek Walcott

Los mariscadores de caracolas

Dado que la peluda ortiga, la bifurcada mandrágora y la maligna
seta, la baba de sapo o el afilado y espinoso erizo
son, por su naturaleza, venenosos, no deberíamos dudar de
lo que murmuran haber visto con sus ojos de luna los mariscadores de
caracolas.
de Half-Moon Battery,
se detuvo a mirar cómo el sol
de mediodía fundía en bronce
el tronco de un gomero
sobre un mar sin estaciones,
mientras la ocre Isla de la Rata
roía el encaje del mar,
un rabihorcado llegó volando
a través del entramado de un árbol para izar
su emblema en los cirros,
con su nombre, fruto del sentido común
de los pescadores: tijera de mar,
Fregata magnificens,
ciseau-la-mer, en patois,
por su vuelo, que corta las nubes;
y esa metáfora indígena
formada por el batir de los remos,
con un golpe de ala por escansión, ... (ver texto completo)