En esta pintura de Toni Grau, los colores representativos del artista: los grises blanquecinos, azulados luminosos, pequeñas notas de color más intenso, plata y relieves suaves, así como los movimientos ágiles de formas voluptuosas, crean una atmósfera sugerente entre la cual se desliza la suave silueta montañosa, remarcando el cono elevado donde se insinúa la protagonista, la pequeña ermita de santa Anna. Tal como se ve desde la residencia del artista.