Llego a la
plaza, presidida por la
Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora. Las
casas se amontonan alrededor de una
fuente central. Aquí están el
Ayuntamiento y la Oficina de Turismo, donde compro las entradas para visitar les Covetes dels Moros (3 euros). Sigo mi
camino. Vuelvo a salir poco a poco del
pueblo. Desde lo alto, la
Ermita del
Santo Cristo vigila la villa y sus apacibles gentes. Sigo caminando. De pronto, allá enfrente, al otro lado del barranco, veo «les covetes». Son unas cincuenta pequeñas
ventanas, excavadas en mitad de una gran pared rocosa en el Barranc de la Fos, uno de los muchos que socavan la enrevesada orografía de la zona.