He aquí helados, cristalinos,
sobre el virginal regazo,
muertos ya para el abrazo,
aquellos miembros divinos.
Huyeron los asesinos.
Qué soledad sin
colores.
Oh, Madre mía, no llores.
Cómo lloraba María.
La llaman desde aquel día
la
Virgen de los Dolores.
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