La existencia de vestigios arqueológicos y, sobre todo, la aparición de unos sílex atípicos en el Llano de Jesús son los elementos indicadores de la más antigua ocupación del término de
Enguera por grupos humanos desde el Mesolítico (8000-5000 a. C.).
Del Eneolítico final, o quizás de los inicios de la Edad del Bronce (1600 a. C.) son los objetos y restos humanos hallados en la
Cueva de la Carrasquilla y en yacimientos como el Castillarejo y la Peña del Tossal.
De la Edad del Hierro, representada por la cultura ibérica, se halla enclavado el poblado del Cerro de Lucena, datado entre los siglos III - I a. C., que refleja las características estructuras de hábitat de los íberos así como numerosos utensilios y elementos referenciales de esta cultura (fíbulas,
piedras de
molino y vasos cerámicos).
A partir de la época del emperador Augusto (siglo I a. C.), la
romana, la población se fue dispersando por las tierras más llanas del municipio, tal y como ponen de manifiesto los restos de villas
romanas hallados en Faracuat y en el Alto de Vistabella.
Durante el período de dominación islámica, la villa tuvo un momento de efímero esplendor en el siglo XII d. C., en que en virtud de una de las divisiones administrativas producida en los reinos de Taifas fue convertida en cabeza de un Iqlim, ya que el
castillo de Enguera ocupaba una posición clave dentro del dispositivo estratégico-
militar de la zona. Además, se debe de hacer hincapié en señalar, la permanencia de importantes vestigios de este período, tanto arqueológicos (el castillo de época almorávide) como topónimos que han quedado reflejados en algunas partidas y
caseríos de término municipal (Albalat, Benamil, Benacancil, Benali, Benamil, etc).
El paso de la dominación islámica a la cristiana se realizó por el Tratado de Almizra (26 de marzo de 1244), que conllevó la incorporación de la villa a la Corona de
Aragón cuyo rey, Jaime I, la cedió a la Orden Militar de Santiago de Uclés, que pese a tener su sede en Castilla, repobló Enguera inicialmente con aragoneses y expulsó a los musulmanes que no quisieron avasallarse.
Durante tres siglos y medio, la orden de Santiago mantuvo el señorío sobre la villa hasta que Felipe II en 1569, acosado por las deudas que le causaban las guerras en Europa, obtuvo del Papa Pío V la autorización para venderla con todos sus vasallos, lo que se materializó el 17 de Diciembre de 1575 al ser comprada por Bernabé de Borja, miembro de la
familia más importante del Renacimiento valenciano.
El acontecimiento más relevante del siglo XVIII fue el terremoto de 1748, que en lugar de ser un elemento paralizante de la vida del municipio, posibilitó, tras conseguir una importante ayuda financiera del rey Fernando VI para paliar los daños, iniciar un importante despegue económico fundamentado en las industrias manufactureras de lana, que se mantuvieron como la principal
fuente de riqueza durante el siglo XIX y la mayor parte del XX.