PALACIO DUCAL DE LOS BORGIA: SALA DE LOS ESTADOS DE CERDEÑA
Su nombre se debe al recuerdo de las posesiones de la
familia Centelles en esta isla, incorporadas a la
Casa Borja
fruto de la unión de Carlos de Borja con Magdalena de Centelles. Destacan los cuatro grandes lienzos del siglo XVIII con escenas de la vida de Francisco de Borja y el zócalo cerámico del siglo XVII con los azulejos del mocadoret. La sobria
puerta del Palau Ducal puede engañar a simple vista. Incluso puedes pasar por delante de ella sin percatarte de ese gran tesoro que se oculta tras el
pórtico de medio punto. Una sensación que se borra al poner un pie en su inmenso
patio gótico, del que sobresale esa escalinata construida en dos tramos. Arriba, unas
ventanas en las que puedo imaginarme a la familia Borja asomada y, quizá, confabulando algo. Lo hacen desde la única
ventana gótica original que queda. Una idea preconcebida por todas esas historias que giran entorno a la familia y que entremezclan realidad y ficción para construir la leyenda negra que ha llegado a nuestros días.
Una
historia que empezó cuando el papa Alejandro VI
compra el ducado de
Gandia para su hijo Pere Lluís (1485) y en ese lote adquiere este
edificio. De esta manera, el Palau Ducal se convierte durante 300 años en la casa matriz de su dinastía y en sus estancias residieron y vivieron hasta once duques de Gandia —todos de la familia Borja—. Sí, no fue Roma y fue aquí, al lado del
río Serpis, donde habitó una familia que tuvo dos papas, Calixto III y Alejandro VI, este último protector de Copérnico, Leonardo da Vinci o Miguel Ángel. Y fue en el Palau Ducal donde nació y vivió Francisco de Borja (cuarto duque de Gandia y bisnieto de Alejandro VI), que en 1671 fue canonizado.