Mi infancia se llenó de coleópteros, puertas entornadas
Y canciones de maría greever.
De fantasmas de todos los siglos. Ojos hacían falta para verlos
En la oscuridad de los balcones o en la soledad interior de los armarios.
Espantapájaros y huevos de culebra
Reventaron en mis manos como gárgolas o flores agridulces.
Luego pasé de la dicha a la costumbre
Y con una de las mejores armas le di muerte al encanto.
Le pegué al pasado con la furia de una máscara de barro,
Sellé puertas
... (ver texto completo)
Extranjero en mi propia infancia.
Mundo borroso, negro por el susto y la palabra calcada
De las
carreteras con toldo rumbo a la
estación.
El mismo año en que una muchacha negra baila jaz en un
bar de chicago,
Salto como un alcaraván los
patios lluviosos
Donde se pudren los cujinicuiles,
Viajo con el corsario negro y los fuegos de
san telmo por el
mar
Caribe, y emerjo en mil novecientos cincuenta
Como un topo que ve la luz
O el vestido blanco de una tía que no tuvo marido