Un día despertó y vio que ya no estaba
en su humilde cantón.
El oxidado patín era un recuerdo
y los botones, que formaban su escuadrón,
eran tan solo pequeñas cosas
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Algunos conciertos, a selecta audiencia ofreció
y todos se embelesaban
con los “Recuerdos de la Alambra”
o cuando el “Concierto de Aranjuez” interpretaba
Pronto comprendió
que el dinero no alcanzaba
y con tristeza, su guitarra clásica en el
estuche guardó.
Las sonoras cuerdas de nylon
tuvo que cambiar y los bordones de acero
se dejaron escuchar.
Y usando también, su voz como instrumento,
una banda de música formó
para lograr así su bastimento
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