La jirafa Rita
Raquel Rodríguez
Cuento publicado el 11 de Enero de 2012
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Caminaba con paso vacilante y a veces hasta retrocedía un poco, la cabeza gacha y las pequeñas orejas caídas. Sus patas flacas de repente no quisieron seguir mas, cayó desfallecida y perdió el conocimiento. Así la encontró su pequeña amiga Fira, como pudo estuvo dándole empujones, tratando de despertarla. Una vez que Rita abrió los ojos y estos se clavaron en Fira, preguntó:
¿Por qué me has despertado?, no ves que quiero descansar.
¡Oh! Disculpa, creía que te sentías mal.
Raquel Rodríguez
Cuento publicado el 11 de Enero de 2012
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Caminaba con paso vacilante y a veces hasta retrocedía un poco, la cabeza gacha y las pequeñas orejas caídas. Sus patas flacas de repente no quisieron seguir mas, cayó desfallecida y perdió el conocimiento. Así la encontró su pequeña amiga Fira, como pudo estuvo dándole empujones, tratando de despertarla. Una vez que Rita abrió los ojos y estos se clavaron en Fira, preguntó:
¿Por qué me has despertado?, no ves que quiero descansar.
¡Oh! Disculpa, creía que te sentías mal.
Efectivamente, me siento mal, por eso quería seguir dormida. Bien sabes que no soy aceptada y ya no aguanto más.
- ¡Bah! No hagas caso, vamos a jugar y a comer hojas frescas.
- ¿Comer?, eso es lo que menos puedo hacer, fíjate bien y ve si acaso hay hojas tan bajas que yo las pueda alcanzar, no hay nada, si hubiera no me sentiría tan cansada.
- Hay Rita, yo te ayudo, te bajo las ramas y comemos, después nos vamos a jugar.
- Está bien, haré un esfuerzo y espero no tengas problemas con tu madre, lo de menos es que me diga zotaca, enana, tachuela y demás adjetivos descalificativos, pero recuerda los cabezazos que te ha dado cuando te ve conmigo.
Así, Fira y Rita decidieron buscar acacias y alimentarse, una vez saciadas y con renovada energía, empezaron sus juegos de carreras y saltos.
- ¡Bah! No hagas caso, vamos a jugar y a comer hojas frescas.
- ¿Comer?, eso es lo que menos puedo hacer, fíjate bien y ve si acaso hay hojas tan bajas que yo las pueda alcanzar, no hay nada, si hubiera no me sentiría tan cansada.
- Hay Rita, yo te ayudo, te bajo las ramas y comemos, después nos vamos a jugar.
- Está bien, haré un esfuerzo y espero no tengas problemas con tu madre, lo de menos es que me diga zotaca, enana, tachuela y demás adjetivos descalificativos, pero recuerda los cabezazos que te ha dado cuando te ve conmigo.
Así, Fira y Rita decidieron buscar acacias y alimentarse, una vez saciadas y con renovada energía, empezaron sus juegos de carreras y saltos.
Agitadas todavía, se pararon bajo la sombra de una acacia. De pronto Fira dijo:
- Oye Rita, tengo una excelente idea para que tu cuello crezca.
- ¡Imposible! Mi cuello no tiene remedio- objetó Rita.
- Espera, aún no te digo el plan, es fácil.
-A ver dímelo y además convénceme. –dijo Rita.
- Mira, recuerdas aquellos humanos que se estaban bañando en el río.
- Sí, lo recuerdo.
- Pues a que no te fijaste en lo que tenía en el cuello uno de ellos.
- Pues la verdad no.
- Entonces eres mala observadora
- Oye Rita, tengo una excelente idea para que tu cuello crezca.
- ¡Imposible! Mi cuello no tiene remedio- objetó Rita.
- Espera, aún no te digo el plan, es fácil.
-A ver dímelo y además convénceme. –dijo Rita.
- Mira, recuerdas aquellos humanos que se estaban bañando en el río.
- Sí, lo recuerdo.
- Pues a que no te fijaste en lo que tenía en el cuello uno de ellos.
- Pues la verdad no.
- Entonces eres mala observadora