Carmen González Huguet
La enemiga
La sierva.
Nunca amante, ni amada,
ni la amorosa compañera,
ni la amiga.
Nunca la igual,
sino la subalterna.
La mejilla ofendida.
La carne doblegada.
La humillación servil.
Las manos y la voz
encarceladas por el miedo.
La que dibuja sumisión
disfrazando de amor el cruel despecho.
La enemiga
La sierva.
Nunca amante, ni amada,
ni la amorosa compañera,
ni la amiga.
Nunca la igual,
sino la subalterna.
La mejilla ofendida.
La carne doblegada.
La humillación servil.
Las manos y la voz
encarceladas por el miedo.
La que dibuja sumisión
disfrazando de amor el cruel despecho.
La que se condenó, por siempre y para siempre,
a no ser más que sombra y que silencio,
a girar sin resposo, ilusa luna,
en torno de un planeta indiferente.
La que vigila pasos y susurros
y vive carcomida de sospechas.
La que guardó su castidad preciosa
para el festín de la primera noche.
La que odió al que devoró las ilusiones
de la infancia
y la hizo estrellarse contra el polvo
de la vergüenza y el asco cotidianos.
a no ser más que sombra y que silencio,
a girar sin resposo, ilusa luna,
en torno de un planeta indiferente.
La que vigila pasos y susurros
y vive carcomida de sospechas.
La que guardó su castidad preciosa
para el festín de la primera noche.
La que odió al que devoró las ilusiones
de la infancia
y la hizo estrellarse contra el polvo
de la vergüenza y el asco cotidianos.