Diego Dublé Urrutia
El lanzamiento
De pronto, en pleno día, cual si hubiera
caído ya la tarde, la montaña
paró de resonar... Bajó la fiera
del monte. Despertóse la alimaña
rondadora y el último gemido
del viejo roble herido
por las rústicas hachas, rebotando,
naufragó en el silencio... Se diría
una inmensa embriaguez, o la agonía
de una madre común... Labriegos mudos
corrían por las sendas, sollozando,
con sus hijos a cuestas. Perros fieles,
silvestres y lanudos,
les seguían. Los pájaros salvajes
devoraban, chillando, los planteles
indefensos. Inmensa era la pena
que turbaba la paz de los boscajes.
¡Horrible y desolante la condena
que azotaba a sus hombres!
El lanzamiento
De pronto, en pleno día, cual si hubiera
caído ya la tarde, la montaña
paró de resonar... Bajó la fiera
del monte. Despertóse la alimaña
rondadora y el último gemido
del viejo roble herido
por las rústicas hachas, rebotando,
naufragó en el silencio... Se diría
una inmensa embriaguez, o la agonía
de una madre común... Labriegos mudos
corrían por las sendas, sollozando,
con sus hijos a cuestas. Perros fieles,
silvestres y lanudos,
les seguían. Los pájaros salvajes
devoraban, chillando, los planteles
indefensos. Inmensa era la pena
que turbaba la paz de los boscajes.
¡Horrible y desolante la condena
que azotaba a sus hombres!