Gonzalo Osses – Vilches
Cuenta regresiva
Las luces se apagan... Valparaíso está oscuro.
Los fusiles apuntan hacia la presa de turno, que soy yo,
que tuve alma, que amé sin calmas.
Las sirenas se encienden, silenciosa esperanza,
el domingo se acaba, otro lunes insomne
escribiéndole al alba.
¡Siete!
El conteo se inicia: con vista al mar los fusiles,
ya no hay prisas, no hay risas,
nadie es testigo del crimen.
Cuenta regresiva
Las luces se apagan... Valparaíso está oscuro.
Los fusiles apuntan hacia la presa de turno, que soy yo,
que tuve alma, que amé sin calmas.
Las sirenas se encienden, silenciosa esperanza,
el domingo se acaba, otro lunes insomne
escribiéndole al alba.
¡Siete!
El conteo se inicia: con vista al mar los fusiles,
ya no hay prisas, no hay risas,
nadie es testigo del crimen.
¡Seis!
Los recuerdos se mezclan con mis sueños de infancia,
¡Yo quise ser y no fui! ¡es mi pecado!
grito al compás de una marcha.
¡Cinco!
No creo en dioses ni cielos, tampoco en ardientes infiernos,
no quiero flores, ni un réquiem, ni discursos de entierro,
ni mentiras piadosas, que no se diga ¡fue bueno!
¡Cuatro!
Hay una madre que sueña y siente el peligro en la carne,
hay un amante que duerme, que piensa que todo es como antes.
hay una luna, la siento... apesta a ella nuestro aire
Los recuerdos se mezclan con mis sueños de infancia,
¡Yo quise ser y no fui! ¡es mi pecado!
grito al compás de una marcha.
¡Cinco!
No creo en dioses ni cielos, tampoco en ardientes infiernos,
no quiero flores, ni un réquiem, ni discursos de entierro,
ni mentiras piadosas, que no se diga ¡fue bueno!
¡Cuatro!
Hay una madre que sueña y siente el peligro en la carne,
hay un amante que duerme, que piensa que todo es como antes.
hay una luna, la siento... apesta a ella nuestro aire
¡Tres!
Miranda ausente en el alba,
peligro inminente al sol de la mañana,
el otoño brilla en cristales amarillos,
el puerto canta sus boleros del olvido.
¡Dos!
¡Preparen! ¡Presenten armas! ¡Rodilla al suelo!
pienso en ti la última vez, pienso en olas de otras tierras,
los tormentos de mi alma sin razón, de mi fe desperdiciada,
arremetiendo contra mi, transformando en mil jirones mi alma.
¡Uno!
¡Apunten! La voz del verdugo señala mi pecho,
mis pecados son latentes, revolotean en el aire;
ese afán por mentir, ese sueño anacoreta,
la pretensión inacabable de creerme un buen poeta
los sueños incumplidos y el deseo de vivir esta vida sin sentido
Miranda ausente en el alba,
peligro inminente al sol de la mañana,
el otoño brilla en cristales amarillos,
el puerto canta sus boleros del olvido.
¡Dos!
¡Preparen! ¡Presenten armas! ¡Rodilla al suelo!
pienso en ti la última vez, pienso en olas de otras tierras,
los tormentos de mi alma sin razón, de mi fe desperdiciada,
arremetiendo contra mi, transformando en mil jirones mi alma.
¡Uno!
¡Apunten! La voz del verdugo señala mi pecho,
mis pecados son latentes, revolotean en el aire;
ese afán por mentir, ese sueño anacoreta,
la pretensión inacabable de creerme un buen poeta
los sueños incumplidos y el deseo de vivir esta vida sin sentido