Descripción arquitectónica
La nueva
iglesia fue comenzada en 1623 aprovechando la anterior construcción cisterciense, por el maestro cantero Pedro de Ambuesa. La iglesia es de planta de
cruz latina con
capillas entre contrafuertes con
coro alto a los pies y una
cúpula sobre el crucero. Está cubierta con
bóveda de cañón realizada en cantería. En el interior emplea pilastras toscanas de orden
gigante con fuste acanalado y el tercio inferior con una acanaladura diferente. En la intersección de la nave con el crucero se levanta, a modo de cimborrio, una cúpula sobre un alto tambor horadado por
ventanas y cuya cubierta rematada con una linterna –cegada ya en el momento de abordar su construcción– se cubre con teja vidriada azul.
La
portada de la iglesia está orientada a oeste sobre la
fachada principal del conjunto, recayente a la anteplaza junto al
camino real de Murviedro, y se concibió con sus dos
torres gemelas, cuadradas. Estas torres están realizadas en sillares, divididas en tres cuerpos por cornisas. Así en el cuerpo inferior se abre un vano rectangular, mientras que en el intermedio se abren dos vanos. En el cuerpo superior de ambas se encuentra el cuerpo de
campanas rematado con pirámides y bolas. La parte central se divide en tres cuerpos, en el inferior se abre la portada adintelada de acceso con tres
columnas dóricas a cada lado sobre pedestales. En el cuerpo superior hay seis columnas jónicas, también elevadas por pedestales que flanquean el nicho central en el que se encuentra la imagen de
San Miguel. El cuerpo superior debió realizarse posteriormente al incorporar columnas salomónicas dejando en el centro un vano rectangular.
El
retablo de la iglesia fue realizado por José Cavaller con taracea de mármol de diversos
colores. A fray Atanacio de San Jerónimo se debe el enlosado, la balaustrada, los frentes de las gradas y tres
retablos para las capillas laterales.