Foto de Vicente MR
31/07/2015 ValenciaCulture
101 años tiene ya el
edificio más emblemático del
Puerto de
Valencia, el conocido como Edificio del
Reloj, que acoge a día de hoy la sede del Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria de Valencia.
‘La
Casa del Reloj’, con su porte clásico y señorial, sirvió en sus inicios para albergar los servicios centrales de las instalaciones portuarias, siendo una
estación marítima en toda regla, dotada de las más altas tecnologías en telecomunicaciones en aquella época.
El proyecto del Edificio del Reloj nació en 1910, a raíz del Plan General de Obras de Ensanche y Modernización del Puerto. La construcción de una estación marítima moderna era una prioridad, ya que otros
puertos principales alrededor del mundo contaban con la suya propia, aunque no era una obra prioritaria, sino que se dejaría para el final, dejando como prioritario el aumento de la capacidad de atraque de
barcos de gran tonelaje y calado y ganar eficacia en las operaciones de carga, descarga y transporte de mercancías.
Edificio del Reloj
El buen hacer en las obras de ampliación del Puerto de Valencia propició el adelanto de la construcción del Edificio del Reloj. Además, se había incrementado el movimiento portuario de forma progresiva, y las previsiones hacían presagiar buenos tiempos para esta instalación clave en la economía valenciana. Incluso crecía el tráfico de pasajeros, por lo que era imprescindible contar con un edificio en condiciones para la venta de billetes, para acoger salas de espera, aduanas o retenes policiales. Fue José Mª Fuster, el ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto, quien consideró llegado el momento de realizar esta mejora por «las necesidades del tráfico, cuyo aumento ha sido mucho mayor que el calculado».
Además de las evidentes razones comerciales, también había motivos humanitarios, ya que se debía «impedir que los pobres emigrantes duerman a la intemperie cuando han de embarcar las expediciones que desgraciadamente, y con demasiada frecuencia, salen para América y las costas africanas».
La planta baja de este edificio estaba reservada a salas de espera, despacho de billetes, facturación y recepción de equipajes, servicios aduaneros y dependencias de comunicaciones. Su capacidad, 150 personas, era incluso superior a la de las modernas
estaciones de ferrocarril de la época, todo un logro.
Otro de los adelantos que trajo consigo el Edificio del Reloj fue la instalación de oficinas de compañías de
trenes, de modo que se facilitaría la facturación desde cualquier punto del puerto para todas las estaciones de la Península abonando 0,25 pesetas por tonelada y verificándose el transporte sin transbordos. No había necesidad de salir de la sala para poder combinar viajes y billetes.
Por descontado, el claro protagonista es el reloj. Está construido en base a cuatro esferas y presenta un remate cupuliforme.
De estilo arquitectónico muy similar a la estación parisina de Lyon, el Edificio del Reloj del Puerto de Valencia fue obra de Federico Gómez de Membrillera, ingeniero subdirector del Puerto. Aunque la idea de la instalación del reloj no fue suya, sino del propio director, José Mª Fuster, quien creyó interesante integrar «un elemento nuevo que juzgó muy útil al
comercio en general: la instalación de un reloj regulador de todas las tareas y operaciones del puerto». Y de ahí el nombre popular de ‘La Casa del reloj’.