Es Aielo mi
refugio y mi paz, son sus
calles el reencuentro con un mundo mágico de antaño, es el recuerdo de los míos, las vivencias compartidas, donde viví más momentos entrañables. Y fue allí, en aquellas calles estrechas y morunas donde supe que mi hija iba a venir al mundo y llegó con sus preciosos ojos grises, que hablan al mirarte, con su sonrisa limpia y su gran bondad. Y es allí donde la disfruté hasta su
juventud y en especial el
verano del 2005. Te quiero, mi vida.