Justo Panduro ha escrito casi toda la historia de sus antepasados en el Foro ciudad. com. Pwero disgustado con los censores, que le han bloqueado un capítulo y medio de la Cuarta época de los Panduros de Alconchel, y no le han dado razón de por qué, lo ha borrado todo y se ha venido a este otro foro. Ha estado curioseando en él, y ha encontrado algunos amigos que se hizo en el anterior.
Ha dado un salto en el tiempo: Fermina ha muerto, Manuel Panduro también, Los tíos, Pequeños y Panduros han pasado a mejor vida. Los hijos ya mayores, se han rodeado de nietos y bisnietos. Justo Panduro intenta poner orden en las memorias de su madre:
Acp. 13 Trigésimo. Paréntesis de las cosas de Fermina.
Como le está pasando ahora a Justo, le sucede a Fermina en el tiempo. Primero hace poesías, escribe saetas para la semana santa, cuentos, y hasta una comedia en el pueblo, de moza, que parece ser, tuvo gran resonancia entre los paisanos, admirados de que aquella muchachita, hacendosa, pero inculta, tuviese tales ocurrencias, y sacase de su subconscientes palabra que no conoce y que son acertadas en sus escritos.
Pero lo suyo son las poesías. Dramáticas, tristes, de amores pasados, de tiempos perdidos, de guerra y de hambre, de malos y de vencidos. También agradece a las sucesivas tierras donde emigra, su recibimiento, y su integración. Le canta a Cataluña, besa a la Moreneta, sin olvidar su patrona de Extremadura, la virgen de Guadalupe, y la patrona de Alconchel, La Virgen de la Luz, con un pienso en, nuestra señora de los Remedios.
Cuando Justo viaja, siempre mete en el petate, unas libretas, unos lápices, su ordenador, y un puñado de manuscritos, por si revisa en el tiempo. Esta vez, entre sus papelotes, se ha intercalado una carta de su madre. Poesía, y felicitaciones por un aniversario. No tiene fecha. Los mienta a todos, con su discurso coloquial, apenas rimado, pero con acierto. Su actual preocupación, es su segundo libro de poesías. Se desespera de no poder terminar y publicar su segundo libro de poesías, que el Sr. Manuel, es reticente a pagar imprenta, corrector, y publicación, sin haber terminado de recuperar de la primera edición, el dinero invertido.
Fermina los regala a sus amistades; Manuel, a regañadientes, ve que su negocio, Fermina lo prodiga, por el mero hecho de mostrar a sus conocidos, los méritos de su creación, y reticente, retrasa la aparición del segundo libro de poesías. De la primera remesa, sólo se vendieron unos quince, que amigos complacientes, aceptan de pagar más por animar a la poetisa, que por que le den un valor si nimio fuere a sus poesías.
Es evidente que este arte, está en decadencia. Sucede lo mismo con la segunda remesa de poesías de Fermina: No ve claro; su mente se ha acuñado a sus solos recuerdos de sufrimientos y dolores de tiempos de guerra, de represión y de ausencias. La diabetes la encierra paulatinamente en la ceguera y embota su imaginación. Sus plectros carecen de frescura, rezuman dolor y resentimiento, repetitivo, cansino, escaso de tiempo.
¬ Manolo, ¿cuándo vas a ir a ver al impresor, para que publique el segundo tomo de poesías?
¬ Cuando se vendan, los libros que nos quedan de la primera publicación. Y eso que ya has “vendido” tú bastantes.
¬ ¿Ya me estás echando en cara, los tres cuatro que he regalado? Pues el que regala bien vende, si el que recibe lo entiende.
¬ Ahí quería yo verte venir. De eso me gusta oírte hablar: ¿Cuántos han comprado otro volumen de todos esos a quienes regalaste uno?
¬ Pues me han dicho, que están esperando el segundo volumen,
¬ ¿Para que se lo regales también? Pero Fermina, ¿no ves que esas catetas amigas tuyas, no entienden ni saben qué es poesía? ¿Qué todo lo dicen por darte coba y pavonearse de poseer cultura?
¬ Luego pues, ¿para qué yo estoy corrigiendo todos estos montones de poesías, con mi vista borrosa, que se me va a apagar antes de terminarlos, y para qué me haces promesas que luego no cumples?
¬ Perdona que te lo diga así de crudamente, pero la mitad de esas nuevas poesías, carecen de valor literario: Te repites demasiado. Siempre escribe de lo mismo, de cuando eras niña, de cuando nos conocimos, de cuando perdimos la guerra,
¬ Son mis memorias. ¿Tampoco me dejas que plasme en mis poesías mis queridas vivencias?
¬... de tu diabetes, de la tensión alta, y de tus reumatismos, - Prosigue el señor Manuel, picado por los reproches, y recelando de sacar un beneficio de aquello que considera un inexplotable fárrago.
¬ ¡Pos ave! Es lo que hay.
¬ Deberías escribir un tratado de medicina, en vez de poesías caóticas, de Alzheimer y de párkinson.
¬ ¡Oooy, Manolo!: “ ¡Qué crueldad esconden tus palabras / Qué dolor rezuman tus reproches. / Si el negocio pierdes, te desmadras. / Es mejor que tus caudales no derroches…”
Verídico: Cuando el sentimiento ahoga a Fermina, hasta la prosa la cristaliza en rimas.
Y es que ahora le ha entrado la prisa, quisiera… Pero la tacañería de su marido, la priva de ver de nuevo, su nombre en la portada de un libro: “Mi vida, Mi destino” Su primer libro, editado a gastos de autor, Manuel se lo acredita, entendiendo que es bueno, es rentable y puede que saque beneficio, para una segunda edición. Pero como Fermina si no gana – porque regala – por lo menos trapichea, y con eso se conforma, desencantado, no vuelve a dar al perro ajeno, por no perder el pan, que el perro ya ve que lo pierde.
“Queridos hijitos, Justo Carmen y mis nietecitas con nombres de flores: Sólo unas líneas para informaros que sigo viva, que aguanto a pesar de mis múltiples achaques, que se desquitan en mis carnes, de mi negligencia pasada. Muchos besitos a repartir por partes iguales entre tu mujer y niños, y tú. ¿Cuándo os volveré a ver a todos? Hoy 13 de febrero, me nació un niño coloradito y rubio, al que llamamos Justito. He echado la carta con tiempo suficiente para que te llegue antes de tu aniversario. Muchas felicidades. Me tomaré una copita de anís dulce y brindaré como si fuese champán francés, pensando en ti.”
“Justito, hijo: Ya no puedo revisar mis poesías, me falta visión. Mi segundo libro no podré hacerlo, ni tu padre me lo sufragará. ¡Con lo que me gustaría! Pero voy a reunir todas las poesías en una maletita, y cuando vengas, el verano, te las daré para que tú veas las que valen y las más flojas se rompen. Yo te daré dinero para editarlas ¡Me da pena! Que todo se pierda; y nadie mejor que tú, harás lo que puedas, ¿Verdad?”
Justo ha encontrado estas líneas que su difunta madre, le escribió en los últimos días de su vida. Recuerda que le pidió que le corrigiera sus faltas de ortografía de sus escritos. Justo ha intentado ya ordenar y corregir el ingente montón de esquelas, pliegos y hojas, que su madre ha acumulado, a lo largo de años de inspiración.
¬ Mira mamá: Vas a recordar solamente una regla Hecho, de verbo hacer, lleva una hache. Echo, de, por ejemplo Echó comida a los pollos, no lleva hache. ¿Está claro? ¿No?, mira: Tú intentas cambiar hecho por…Tiro en tu frase, si tiene sentido, es que no lleva hache. Ya sé que no es el mejor ejemplo, pero es el único que se me viene a la imaginación: Echo comida, sin hache; Hecho verídico, con.
¬ Ay, hijo; a estas alturas, se me da, que no voy a retener tu regla, de echar comida los pollos. Y además, ¿en qué poesía voy yo a poner, echo comida a los pollos, si ni pollos tenemos ya que puedan comer?
¬ Es un ejemplo, mamá; pero ya veo que te estás mofando…
Pero donde no está de acuerdo Fermina, es que su hijo le cambie palabras. Le importa menos que una rima sea imperfecta, que le pongan una palabra diferente, a su concepto, aunque suene mejor.
“Estoy oyendo tu voz / Y me dan escalofríos / Ahí desde ese Lión / Me llega hasta el corazón / Y penetra mis sentidos.”
Justo ha cogido y soltado varias veces la carta de su madre. Está doblada en cuatro, y llena de los reconocibles garabateos que Fermina hacía, con la uves altas para que se parezcan a la bes, por si se equivoca, las íes sin puntito, y las palabra importantes, subrayadas, de un trazo enérgico. Poesía por un lado, poesía al verso, y en el margen, estrofas y las líneas citada. Sin saber, sin conocer, ha copiado del Talmud, que añade en recuadros y en las márgenes, agregadas al tema principal, ideas, explicaciones, extensiones de los estudiosos eruditos.
Un pensamiento, le aguijonea sin dejarlo proseguir su escritura: Su madre le pidió. Su madre confiaba que el llevara a término su inacabada oda a la familia y a la infelicidad. Pero con los pobres documentos de la autodidacta poetisa, se le anticipa su hermano Domingo, el prometedor comprometido, y las poesías se quedan en la masía, en la maleta, en el ominoso olvido:
¬ Domingo ¿Las poesías de mamá, que me pidió…?
¬ No te preocupes por eso. Voy a hacer un expurgo yo, y voy a publicar ese libro que tanto esperaba ver mamá impreso con su nombre en la pasta. Ya lo tengo planeado, en cuanto termine con,
¬ ¡Ah! Mérito que te apuntarás. ¿Pero para cuándo piensas que vas a comenzar la tarea? ¿Sabrás tú, - y perdona por la crudeza de mi observación - con tu escasa erudición, escoger lo bueno, sacar el grano de la hojarasca, lo bello de lo plebeyo?
¬ No. Pero sí. Pero luego, cuando tenga un tiempo libre, se lo daré a corregir a mi contable que sabe un rato de estas cosas, y luego yo mismo lo ordeno, y lo llevo a la imprenta de un amigo que lo encuaderne. Así, mamá estará contenta, esté donde esté, si me ve que lo hago.
Un gesto de ruego hacia el cielo, que por cierto le tapaba el plátano, añade un destilo de falsedad, de quimérica promesa, de excusa, de moratoria. JP, una vez más, apunta en su libro de pecados por omisión imaginario: “Lo que Domingo nunca hará, con los papeles de mamá”
Ha dado un salto en el tiempo: Fermina ha muerto, Manuel Panduro también, Los tíos, Pequeños y Panduros han pasado a mejor vida. Los hijos ya mayores, se han rodeado de nietos y bisnietos. Justo Panduro intenta poner orden en las memorias de su madre:
Acp. 13 Trigésimo. Paréntesis de las cosas de Fermina.
Como le está pasando ahora a Justo, le sucede a Fermina en el tiempo. Primero hace poesías, escribe saetas para la semana santa, cuentos, y hasta una comedia en el pueblo, de moza, que parece ser, tuvo gran resonancia entre los paisanos, admirados de que aquella muchachita, hacendosa, pero inculta, tuviese tales ocurrencias, y sacase de su subconscientes palabra que no conoce y que son acertadas en sus escritos.
Pero lo suyo son las poesías. Dramáticas, tristes, de amores pasados, de tiempos perdidos, de guerra y de hambre, de malos y de vencidos. También agradece a las sucesivas tierras donde emigra, su recibimiento, y su integración. Le canta a Cataluña, besa a la Moreneta, sin olvidar su patrona de Extremadura, la virgen de Guadalupe, y la patrona de Alconchel, La Virgen de la Luz, con un pienso en, nuestra señora de los Remedios.
Cuando Justo viaja, siempre mete en el petate, unas libretas, unos lápices, su ordenador, y un puñado de manuscritos, por si revisa en el tiempo. Esta vez, entre sus papelotes, se ha intercalado una carta de su madre. Poesía, y felicitaciones por un aniversario. No tiene fecha. Los mienta a todos, con su discurso coloquial, apenas rimado, pero con acierto. Su actual preocupación, es su segundo libro de poesías. Se desespera de no poder terminar y publicar su segundo libro de poesías, que el Sr. Manuel, es reticente a pagar imprenta, corrector, y publicación, sin haber terminado de recuperar de la primera edición, el dinero invertido.
Fermina los regala a sus amistades; Manuel, a regañadientes, ve que su negocio, Fermina lo prodiga, por el mero hecho de mostrar a sus conocidos, los méritos de su creación, y reticente, retrasa la aparición del segundo libro de poesías. De la primera remesa, sólo se vendieron unos quince, que amigos complacientes, aceptan de pagar más por animar a la poetisa, que por que le den un valor si nimio fuere a sus poesías.
Es evidente que este arte, está en decadencia. Sucede lo mismo con la segunda remesa de poesías de Fermina: No ve claro; su mente se ha acuñado a sus solos recuerdos de sufrimientos y dolores de tiempos de guerra, de represión y de ausencias. La diabetes la encierra paulatinamente en la ceguera y embota su imaginación. Sus plectros carecen de frescura, rezuman dolor y resentimiento, repetitivo, cansino, escaso de tiempo.
¬ Manolo, ¿cuándo vas a ir a ver al impresor, para que publique el segundo tomo de poesías?
¬ Cuando se vendan, los libros que nos quedan de la primera publicación. Y eso que ya has “vendido” tú bastantes.
¬ ¿Ya me estás echando en cara, los tres cuatro que he regalado? Pues el que regala bien vende, si el que recibe lo entiende.
¬ Ahí quería yo verte venir. De eso me gusta oírte hablar: ¿Cuántos han comprado otro volumen de todos esos a quienes regalaste uno?
¬ Pues me han dicho, que están esperando el segundo volumen,
¬ ¿Para que se lo regales también? Pero Fermina, ¿no ves que esas catetas amigas tuyas, no entienden ni saben qué es poesía? ¿Qué todo lo dicen por darte coba y pavonearse de poseer cultura?
¬ Luego pues, ¿para qué yo estoy corrigiendo todos estos montones de poesías, con mi vista borrosa, que se me va a apagar antes de terminarlos, y para qué me haces promesas que luego no cumples?
¬ Perdona que te lo diga así de crudamente, pero la mitad de esas nuevas poesías, carecen de valor literario: Te repites demasiado. Siempre escribe de lo mismo, de cuando eras niña, de cuando nos conocimos, de cuando perdimos la guerra,
¬ Son mis memorias. ¿Tampoco me dejas que plasme en mis poesías mis queridas vivencias?
¬... de tu diabetes, de la tensión alta, y de tus reumatismos, - Prosigue el señor Manuel, picado por los reproches, y recelando de sacar un beneficio de aquello que considera un inexplotable fárrago.
¬ ¡Pos ave! Es lo que hay.
¬ Deberías escribir un tratado de medicina, en vez de poesías caóticas, de Alzheimer y de párkinson.
¬ ¡Oooy, Manolo!: “ ¡Qué crueldad esconden tus palabras / Qué dolor rezuman tus reproches. / Si el negocio pierdes, te desmadras. / Es mejor que tus caudales no derroches…”
Verídico: Cuando el sentimiento ahoga a Fermina, hasta la prosa la cristaliza en rimas.
Y es que ahora le ha entrado la prisa, quisiera… Pero la tacañería de su marido, la priva de ver de nuevo, su nombre en la portada de un libro: “Mi vida, Mi destino” Su primer libro, editado a gastos de autor, Manuel se lo acredita, entendiendo que es bueno, es rentable y puede que saque beneficio, para una segunda edición. Pero como Fermina si no gana – porque regala – por lo menos trapichea, y con eso se conforma, desencantado, no vuelve a dar al perro ajeno, por no perder el pan, que el perro ya ve que lo pierde.
“Queridos hijitos, Justo Carmen y mis nietecitas con nombres de flores: Sólo unas líneas para informaros que sigo viva, que aguanto a pesar de mis múltiples achaques, que se desquitan en mis carnes, de mi negligencia pasada. Muchos besitos a repartir por partes iguales entre tu mujer y niños, y tú. ¿Cuándo os volveré a ver a todos? Hoy 13 de febrero, me nació un niño coloradito y rubio, al que llamamos Justito. He echado la carta con tiempo suficiente para que te llegue antes de tu aniversario. Muchas felicidades. Me tomaré una copita de anís dulce y brindaré como si fuese champán francés, pensando en ti.”
“Justito, hijo: Ya no puedo revisar mis poesías, me falta visión. Mi segundo libro no podré hacerlo, ni tu padre me lo sufragará. ¡Con lo que me gustaría! Pero voy a reunir todas las poesías en una maletita, y cuando vengas, el verano, te las daré para que tú veas las que valen y las más flojas se rompen. Yo te daré dinero para editarlas ¡Me da pena! Que todo se pierda; y nadie mejor que tú, harás lo que puedas, ¿Verdad?”
Justo ha encontrado estas líneas que su difunta madre, le escribió en los últimos días de su vida. Recuerda que le pidió que le corrigiera sus faltas de ortografía de sus escritos. Justo ha intentado ya ordenar y corregir el ingente montón de esquelas, pliegos y hojas, que su madre ha acumulado, a lo largo de años de inspiración.
¬ Mira mamá: Vas a recordar solamente una regla Hecho, de verbo hacer, lleva una hache. Echo, de, por ejemplo Echó comida a los pollos, no lleva hache. ¿Está claro? ¿No?, mira: Tú intentas cambiar hecho por…Tiro en tu frase, si tiene sentido, es que no lleva hache. Ya sé que no es el mejor ejemplo, pero es el único que se me viene a la imaginación: Echo comida, sin hache; Hecho verídico, con.
¬ Ay, hijo; a estas alturas, se me da, que no voy a retener tu regla, de echar comida los pollos. Y además, ¿en qué poesía voy yo a poner, echo comida a los pollos, si ni pollos tenemos ya que puedan comer?
¬ Es un ejemplo, mamá; pero ya veo que te estás mofando…
Pero donde no está de acuerdo Fermina, es que su hijo le cambie palabras. Le importa menos que una rima sea imperfecta, que le pongan una palabra diferente, a su concepto, aunque suene mejor.
“Estoy oyendo tu voz / Y me dan escalofríos / Ahí desde ese Lión / Me llega hasta el corazón / Y penetra mis sentidos.”
Justo ha cogido y soltado varias veces la carta de su madre. Está doblada en cuatro, y llena de los reconocibles garabateos que Fermina hacía, con la uves altas para que se parezcan a la bes, por si se equivoca, las íes sin puntito, y las palabra importantes, subrayadas, de un trazo enérgico. Poesía por un lado, poesía al verso, y en el margen, estrofas y las líneas citada. Sin saber, sin conocer, ha copiado del Talmud, que añade en recuadros y en las márgenes, agregadas al tema principal, ideas, explicaciones, extensiones de los estudiosos eruditos.
Un pensamiento, le aguijonea sin dejarlo proseguir su escritura: Su madre le pidió. Su madre confiaba que el llevara a término su inacabada oda a la familia y a la infelicidad. Pero con los pobres documentos de la autodidacta poetisa, se le anticipa su hermano Domingo, el prometedor comprometido, y las poesías se quedan en la masía, en la maleta, en el ominoso olvido:
¬ Domingo ¿Las poesías de mamá, que me pidió…?
¬ No te preocupes por eso. Voy a hacer un expurgo yo, y voy a publicar ese libro que tanto esperaba ver mamá impreso con su nombre en la pasta. Ya lo tengo planeado, en cuanto termine con,
¬ ¡Ah! Mérito que te apuntarás. ¿Pero para cuándo piensas que vas a comenzar la tarea? ¿Sabrás tú, - y perdona por la crudeza de mi observación - con tu escasa erudición, escoger lo bueno, sacar el grano de la hojarasca, lo bello de lo plebeyo?
¬ No. Pero sí. Pero luego, cuando tenga un tiempo libre, se lo daré a corregir a mi contable que sabe un rato de estas cosas, y luego yo mismo lo ordeno, y lo llevo a la imprenta de un amigo que lo encuaderne. Así, mamá estará contenta, esté donde esté, si me ve que lo hago.
Un gesto de ruego hacia el cielo, que por cierto le tapaba el plátano, añade un destilo de falsedad, de quimérica promesa, de excusa, de moratoria. JP, una vez más, apunta en su libro de pecados por omisión imaginario: “Lo que Domingo nunca hará, con los papeles de mamá”