Luz ahora: 0,08909 €/kWh

ALCONCHEL: Hola amigos y paisanos. Ya habréis visto que al marcar...

Justo Panduro ha escrito casi toda la historia de sus antepasados en el Foro ciudad. com. Pwero disgustado con los censores, que le han bloqueado un capítulo y medio de la Cuarta época de los Panduros de Alconchel, y no le han dado razón de por qué, lo ha borrado todo y se ha venido a este otro foro. Ha estado curioseando en él, y ha encontrado algunos amigos que se hizo en el anterior.
Ha dado un salto en el tiempo: Fermina ha muerto, Manuel Panduro también, Los tíos, Pequeños y Panduros han pasado a mejor vida. Los hijos ya mayores, se han rodeado de nietos y bisnietos. Justo Panduro intenta poner orden en las memorias de su madre:
Acp. 13 Trigésimo. Paréntesis de las cosas de Fermina.
Como le está pasando ahora a Justo, le sucede a Fermina en el tiempo. Primero hace poesías, escribe saetas para la semana santa, cuentos, y hasta una comedia en el pueblo, de moza, que parece ser, tuvo gran resonancia entre los paisanos, admirados de que aquella muchachita, hacendosa, pero inculta, tuviese tales ocurrencias, y sacase de su subconscientes palabra que no conoce y que son acertadas en sus escritos.
Pero lo suyo son las poesías. Dramáticas, tristes, de amores pasados, de tiempos perdidos, de guerra y de hambre, de malos y de vencidos. También agradece a las sucesivas tierras donde emigra, su recibimiento, y su integración. Le canta a Cataluña, besa a la Moreneta, sin olvidar su patrona de Extremadura, la virgen de Guadalupe, y la patrona de Alconchel, La Virgen de la Luz, con un pienso en, nuestra señora de los Remedios.
Cuando Justo viaja, siempre mete en el petate, unas libretas, unos lápices, su ordenador, y un puñado de manuscritos, por si revisa en el tiempo. Esta vez, entre sus papelotes, se ha intercalado una carta de su madre. Poesía, y felicitaciones por un aniversario. No tiene fecha. Los mienta a todos, con su discurso coloquial, apenas rimado, pero con acierto. Su actual preocupación, es su segundo libro de poesías. Se desespera de no poder terminar y publicar su segundo libro de poesías, que el Sr. Manuel, es reticente a pagar imprenta, corrector, y publicación, sin haber terminado de recuperar de la primera edición, el dinero invertido.
Fermina los regala a sus amistades; Manuel, a regañadientes, ve que su negocio, Fermina lo prodiga, por el mero hecho de mostrar a sus conocidos, los méritos de su creación, y reticente, retrasa la aparición del segundo libro de poesías. De la primera remesa, sólo se vendieron unos quince, que amigos complacientes, aceptan de pagar más por animar a la poetisa, que por que le den un valor si nimio fuere a sus poesías.
Es evidente que este arte, está en decadencia. Sucede lo mismo con la segunda remesa de poesías de Fermina: No ve claro; su mente se ha acuñado a sus solos recuerdos de sufrimientos y dolores de tiempos de guerra, de represión y de ausencias. La diabetes la encierra paulatinamente en la ceguera y embota su imaginación. Sus plectros carecen de frescura, rezuman dolor y resentimiento, repetitivo, cansino, escaso de tiempo.
¬ Manolo, ¿cuándo vas a ir a ver al impresor, para que publique el segundo tomo de poesías?
¬ Cuando se vendan, los libros que nos quedan de la primera publicación. Y eso que ya has “vendido” tú bastantes.
¬ ¿Ya me estás echando en cara, los tres cuatro que he regalado? Pues el que regala bien vende, si el que recibe lo entiende.
¬ Ahí quería yo verte venir. De eso me gusta oírte hablar: ¿Cuántos han comprado otro volumen de todos esos a quienes regalaste uno?
¬ Pues me han dicho, que están esperando el segundo volumen,
¬ ¿Para que se lo regales también? Pero Fermina, ¿no ves que esas catetas amigas tuyas, no entienden ni saben qué es poesía? ¿Qué todo lo dicen por darte coba y pavonearse de poseer cultura?
¬ Luego pues, ¿para qué yo estoy corrigiendo todos estos montones de poesías, con mi vista borrosa, que se me va a apagar antes de terminarlos, y para qué me haces promesas que luego no cumples?
¬ Perdona que te lo diga así de crudamente, pero la mitad de esas nuevas poesías, carecen de valor literario: Te repites demasiado. Siempre escribe de lo mismo, de cuando eras niña, de cuando nos conocimos, de cuando perdimos la guerra,
¬ Son mis memorias. ¿Tampoco me dejas que plasme en mis poesías mis queridas vivencias?
¬... de tu diabetes, de la tensión alta, y de tus reumatismos, - Prosigue el señor Manuel, picado por los reproches, y recelando de sacar un beneficio de aquello que considera un inexplotable fárrago.
¬ ¡Pos ave! Es lo que hay.
¬ Deberías escribir un tratado de medicina, en vez de poesías caóticas, de Alzheimer y de párkinson.
¬ ¡Oooy, Manolo!: “ ¡Qué crueldad esconden tus palabras / Qué dolor rezuman tus reproches. / Si el negocio pierdes, te desmadras. / Es mejor que tus caudales no derroches…”
Verídico: Cuando el sentimiento ahoga a Fermina, hasta la prosa la cristaliza en rimas.
Y es que ahora le ha entrado la prisa, quisiera… Pero la tacañería de su marido, la priva de ver de nuevo, su nombre en la portada de un libro: “Mi vida, Mi destino” Su primer libro, editado a gastos de autor, Manuel se lo acredita, entendiendo que es bueno, es rentable y puede que saque beneficio, para una segunda edición. Pero como Fermina si no gana – porque regala – por lo menos trapichea, y con eso se conforma, desencantado, no vuelve a dar al perro ajeno, por no perder el pan, que el perro ya ve que lo pierde.
“Queridos hijitos, Justo Carmen y mis nietecitas con nombres de flores: Sólo unas líneas para informaros que sigo viva, que aguanto a pesar de mis múltiples achaques, que se desquitan en mis carnes, de mi negligencia pasada. Muchos besitos a repartir por partes iguales entre tu mujer y niños, y tú. ¿Cuándo os volveré a ver a todos? Hoy 13 de febrero, me nació un niño coloradito y rubio, al que llamamos Justito. He echado la carta con tiempo suficiente para que te llegue antes de tu aniversario. Muchas felicidades. Me tomaré una copita de anís dulce y brindaré como si fuese champán francés, pensando en ti.”
“Justito, hijo: Ya no puedo revisar mis poesías, me falta visión. Mi segundo libro no podré hacerlo, ni tu padre me lo sufragará. ¡Con lo que me gustaría! Pero voy a reunir todas las poesías en una maletita, y cuando vengas, el verano, te las daré para que tú veas las que valen y las más flojas se rompen. Yo te daré dinero para editarlas ¡Me da pena! Que todo se pierda; y nadie mejor que tú, harás lo que puedas, ¿Verdad?”
Justo ha encontrado estas líneas que su difunta madre, le escribió en los últimos días de su vida. Recuerda que le pidió que le corrigiera sus faltas de ortografía de sus escritos. Justo ha intentado ya ordenar y corregir el ingente montón de esquelas, pliegos y hojas, que su madre ha acumulado, a lo largo de años de inspiración.
¬ Mira mamá: Vas a recordar solamente una regla Hecho, de verbo hacer, lleva una hache. Echo, de, por ejemplo Echó comida a los pollos, no lleva hache. ¿Está claro? ¿No?, mira: Tú intentas cambiar hecho por…Tiro en tu frase, si tiene sentido, es que no lleva hache. Ya sé que no es el mejor ejemplo, pero es el único que se me viene a la imaginación: Echo comida, sin hache; Hecho verídico, con.
¬ Ay, hijo; a estas alturas, se me da, que no voy a retener tu regla, de echar comida los pollos. Y además, ¿en qué poesía voy yo a poner, echo comida a los pollos, si ni pollos tenemos ya que puedan comer?
¬ Es un ejemplo, mamá; pero ya veo que te estás mofando…
Pero donde no está de acuerdo Fermina, es que su hijo le cambie palabras. Le importa menos que una rima sea imperfecta, que le pongan una palabra diferente, a su concepto, aunque suene mejor.
“Estoy oyendo tu voz / Y me dan escalofríos / Ahí desde ese Lión / Me llega hasta el corazón / Y penetra mis sentidos.”
Justo ha cogido y soltado varias veces la carta de su madre. Está doblada en cuatro, y llena de los reconocibles garabateos que Fermina hacía, con la uves altas para que se parezcan a la bes, por si se equivoca, las íes sin puntito, y las palabra importantes, subrayadas, de un trazo enérgico. Poesía por un lado, poesía al verso, y en el margen, estrofas y las líneas citada. Sin saber, sin conocer, ha copiado del Talmud, que añade en recuadros y en las márgenes, agregadas al tema principal, ideas, explicaciones, extensiones de los estudiosos eruditos.
Un pensamiento, le aguijonea sin dejarlo proseguir su escritura: Su madre le pidió. Su madre confiaba que el llevara a término su inacabada oda a la familia y a la infelicidad. Pero con los pobres documentos de la autodidacta poetisa, se le anticipa su hermano Domingo, el prometedor comprometido, y las poesías se quedan en la masía, en la maleta, en el ominoso olvido:
¬ Domingo ¿Las poesías de mamá, que me pidió…?
¬ No te preocupes por eso. Voy a hacer un expurgo yo, y voy a publicar ese libro que tanto esperaba ver mamá impreso con su nombre en la pasta. Ya lo tengo planeado, en cuanto termine con,
¬ ¡Ah! Mérito que te apuntarás. ¿Pero para cuándo piensas que vas a comenzar la tarea? ¿Sabrás tú, - y perdona por la crudeza de mi observación - con tu escasa erudición, escoger lo bueno, sacar el grano de la hojarasca, lo bello de lo plebeyo?
¬ No. Pero sí. Pero luego, cuando tenga un tiempo libre, se lo daré a corregir a mi contable que sabe un rato de estas cosas, y luego yo mismo lo ordeno, y lo llevo a la imprenta de un amigo que lo encuaderne. Así, mamá estará contenta, esté donde esté, si me ve que lo hago.
Un gesto de ruego hacia el cielo, que por cierto le tapaba el plátano, añade un destilo de falsedad, de quimérica promesa, de excusa, de moratoria. JP, una vez más, apunta en su libro de pecados por omisión imaginario: “Lo que Domingo nunca hará, con los papeles de mamá”

Hola amigos y paisanos. Ya habréis visto que al marcar mi nombre, mde tragué la Jota. Como sea en el pueblo no se pronuncian o lo hacemos expirándolas. Como decía Chamizo: "Porque semos asina, semos pardos del coló de la tierra; y decimos J (h) acha, jigo jiguera" Continúo pues, una vez aclarado el misterio de mi nombre, con "Las poesías de Fermina (Hernández Sánchez - de los Pequeños de la c/ Nueva)
¬ Sí. Domingo, Pero ese contable, amigo tuyo, no puede compararse con un hijo, que ya ha discutido de poesías con su madre, y que verá las tales poesías, con ojos de hijo.
¬ Sí. Pero sí sabrá, “por eso” (Expresión muy catalana)
¬ No me convences, Domingo. Todas cosas que has proyectado conmigo, se te han quedado en aguas de borrajas.
¬ Bueno, pero esta vez no. Yo también quisiera participar en la obra de nuestra madre.
Los estorninos, sin reparo alguno, se han venido a investir el árbol que nos resguarda del sol de justicia agostón, y se pelean por cada rama. De mala gana, Domingo, se levanta de la tumbona, y con una tapadera de sartén y un palo, hace ruido para que se larguen. El silencio preventivo de los agresivos alados, dura unos segundos, la algarabía recomienza.
¬ Te dejo unos años de plazo, - Encadena Justo -para que realices eso que dices que vas a ejecutar. Pero si… digamos en cinco años, no lo has llevado a cabo, me pasas los escritos de mamá, que ella, quería que lo hiciera yo.
¬ ¡Puf! Todas las cosas que dejó aquí, las tengo ahí en el cuarto donde dormía… Pero la humedad, las ratas, y el cambiarlas de aquí para allá, han dado buena cuenta de muchos papeles, de sus ropas y de sus bibelots.
¬ Podías haber puesto todo a buen recaudo: Sitio seco no falta en la masía.
¬ Lo sé, Justo. Tú no sabes lo liado que estoy con la empresa que periclita, los clientes “garrapos” que hay que ir a buscar, para que suelten el talón que me deben, la masía que estoy arreglando, los caballos que he comprado para la niña, la piscina que me pierde agua, el camino hasta la masía, que tengo que entretener por cuenta propia,
¬ Y las siestas con el sombreo ese de murciano calado hasta las orejas. O debería decir, con el puro cubano y el porrón de vino del Penedés al lado.
¬ Lo sé, lo sé. Pero es que soy un “mandroso ”Para esas cosas, “por eso”
¬ Yo soy un paciente mordajusto “por eso y por otras razones”. Esperaré. Pero no olvidaré esta conversación. Cinco años. Yo creo que es tiempo suficiente para recopilar y editar ese, aunque sea, único libro. Por lo menos haz, uno para cada hermano, y unos cuantos para regalar. Al menos inténtalo.
En la suspicacia de Justo, se nota un velo de amenaza. Está harto de las promesas de su hermano Domingo. De sus olvidos, de su dejar para pasado mañana lo que hubiera podido hacer ayer. Su paciencia tiene un límite “Si no me entrega esos papeles, soy capaz de demandarlo por apropiación abusiva de documentos patrimoniales”

Actual 2002. En la villa de Villeurbanne.
Carmen se ha levantado y trastea en la cocina: Preparar el café en la cafetera Seb, produce ruidos reconocibles: El burbujeo del agua al llenar el recipiente, el rechinamiento de la cabeza enroscándose en la base, el gorgoteo del primer hervor, que se escapa por el tubo en forma de silbato. El tintineo que se mezcla a estos primeros ruidos, de las cucharas al caer en las tazas, el resbalar de terrón de azúcar en el borde del bol. Todos estos ruidillos, todos los raspajes, de puerta, de papel plastificado de paquete de café estrujado, le llegan a Justo atenuados por la salida del pasillo al recibidor y de allí a la escalera, hasta llegar al primer piso y franquear la puerta de la habitación que Carmen deja entre abierta. El cambio de grado hacia un diapasón más agudo, da la señal para que baje él también a la cocina.
El inmudable rito de las pastillas, acompaña la toma del primer café de la jornada: Una para la tensión, otra para la próstata, otra, que rebaje el nivel de azúcar y las gotas de edulcorante que la remplace en el café. Carmen no quiere saber nada del edulcorante. Dice que no sabe como el azúcar verdadero ¿?
¬ ¿Te tomas tú una aspirina Carmen? ¿Has amanecido con la dichosa migraña?
¬ No sé si es migraña; es, como una capa de algodón que se me pone aquí – se toca con la palma de la mano el occipucio – y me emborrona el pensamiento. Y los ojos, los ojos, como si tuviese una cucharada de arena en cada uno.
Hay días que a Justo por el desayuno no le pasa nada. Solo el café, hasta que se espabila. Por períodos, se come una madalena de las que compra Carmen en la tienda española, y otras veces, con una tostada de pan y un chorreón de aceite se conforma. Si su mujer no apura su taza de café, voluntario, se la termina él. Hoy se ha inclinado, por pan tostado. Somnoliento, lo mete en la taza, y sin prestar atención, se mancha la camiseta.
¬ No me escuchas, Justo. Te estoy diciendo que tengas cuidado…
¬ Siempre me dices que tenga cuidado. Si cojo las lechugas en el mercado, para meterlas en la bolsa: “Ten cuidado” Si agarro los treinta huevos, “Ten cuidado”, si compras melocotones de agua “Ten cuidado” Si voy a mear “Ten cuidado con la tapadera”
¬ Si es que te estás volviendo vago y distraído. Te está pasando como a tu hermano Manolo; que parece una tortuga haciendo cosas.
¬ Pues con tantos “ten cuidados” me estás cargando, ¿sabes? Me rebajas a la altura de un niño chico. ¿Te he roto algún huevo? ¿Te he espachurrado las prunas? ¿Los boquerones?
¬ Sí, todas esas cosas, me las has hecho alguna vez.
¬Y una vez que maté a un perro… Me agobias, mujer. Me estás estrechando la camiseta de fuerza que te empeñas en ponerme desde que me paré de trabajar…
¬ Siempre estás con lo mismo.
¬ Libertad. Libérame o me voy de casa. ¿Salgo yo? ¿Voy yo al bar con los amigachos? ¿Me gasto las perras en los burdeles?
¬ No. Solo podía faltarte eso. Pero te subes al despacho, y te tiras escribiendo todo el día si no te digo de bajar.
¬ Igual es que me estoy hartando de tanto “Ten cuidado”. Pues ¡Ea! Ya me has empezado a dar el día. Veo que hoy has salido guerrera. Mejor será que me acueste otra vez, y me duerma a ver si se me olvida que estoy casado con una ogra. Con una fiera, con una arpía, que no está nunca contenta con lo que hago.
El día está, muy encapotado. ¿Quién lo desencapotará? Nubarrones blanquecinos, están asomándose por el norte, desde Lyon, y eso, por estos andurriales anuncia nieve. Lo mejor es meterse de nuevo en la cama, rascarse un poco los huevos, e intentar dormir, hasta que se le pase a la dueña el morrillo ladrador.
Justo hace un repaso, de lo que tiene previsto para ocuparse mañana. Mas le gustaría mejor que fuese hoy, por perder de vista a la dueña acariatríca. Total que su hijo, que ha perdido al obrero, el que antes de jubilarse, fuese el suyo, por unos diez días, para irse a casar – ¡otra vez!- en Argelia con una autóctona y le ha pedido que venga al chantier a echarle una mano.
No sabe si es la consecuencia de haberse parado de trabajar en sus oficios, o del cambio radical de llevar su vida, que se está encerrando en sí mismo. Le gustaría poder comunicar más con Juanito, su hijo, al que muy poco ve, a pesar de que él, pasa todas las mañanas por casa a tomar café. Justo retarda el momento de bajar a la cocina, por una especie de pudor que se acentúa cuanto más tiempo tarda en hacerlo.
Con la nueva perspectiva de echarle una mano, va a tener ocasión de charlar con él, de preguntarle por su vida, que en ese momento no es rosa, con la bruja de su mujer. Quizás se suelte y hable. Es muy reservado para hablar de sus problemas. No quiere preocuparnos y nos preocupa más de con dejarnos en la ignorancia.
Y de olvidar por unos días su status de jubilado.
Unos golpecitos de cucharilla en el vaso, le previenen que la amorillada quisquilla, se ha reblandecido, y le ha echado otro café, que probablemente, haya endulzado, para quitarle el amargor de boca del primer rife rafe de la mañana. No le apetece bajar. Estará también la eterna invitada mañanera, Yvette, con sus jeremiadas, sus protestas y sus “C’est ça la vie, mon pauvre” “Tu vois la vie, tu vois?” Que sólo le dejan ver el color negro de las cosas.
Pero si no baja y se traga la rueda de molino, el enfado puede degenerar, durar en el tiempo. Y no soporta estar enfadado con Carmen, a la que quiere por encima de todas las cosas. A la que sigue viendo con la cara de sus veinte años, su ardor a gozar con él, su pasión a morderle el labio hasta sacarle sangre, y sus “ ¡Ay lo que te quiero Ajusto!” Aunque ya no se lo diga, aunque yo no se lo haga.
Vivir tú creías. – Engaño; que el tiempo se va. – En lucha perdida, - por ganar la vida. - Que al cabo, vencida, - de miles quehaceres por necesidad – perdida, te deja, - Te deja, se va. – Que es el tiempo como una cotorra: Sólo sabe decir su tic tac.
Por el lado bajo, que la gente de aquí, dice alto, de Lyon, a los borbotones de las primeras nubes, suceden otros, más oscuros, amenazando con lloverse. Si empiezan a caer por la Fourvière el agua ácida, lavará la Montée du Gourguillon, La descente de la Castelane y por los túneles de “La ficelle” bajará a borbotones hasta encontrar un agujero que se vierta en uno de los dos ríos que rodean la colina.
Pero si baja unos grados más la temperatura, esas nubes, se vaciarán en forma de copos de nieve grasa, que rendirá impracticable las Montées y las Descentes, a la circulación vial e impedirá, mañana, que los pintores padre e hijo, puedan acceder al trabajo, que empezaron en aquel sector.