El viaje es largo. No todas las carreteras son como la de la Coruña. En el interior de coche, el tiempo se organiza. Justo se hace encender por su Mujer el tercer o cuarto cigarrillo y en compañía de su cuñado, apestan a los otros. A Joaquín, esto de los viajes, le interpela: Sus abotagadas meninges, se ponen a desvarío en rasgo tenso:
¬ ¡Hay que jodese! ¡Lo que es la vida esta! Ayer en Fransia, hoy en Madrí, y mañana, ¿quién puede desir, si en Martos u en otro sitio?
¬ Pues, ¿Qué encuentras de extraordinario, que viajando, cambies de lugar?
¬ ¿Tú no lo persive, como yo?
¬ ¿Qué tengo que percibir, Joaquín?
¬ ¡Coño! ¿No me escucha? Por ejemplo: Tú sale de Lyon, y en el bulevar Sintura, saca la cabeza pol la ventanilla, y respira de gorpe, un buen trago de aire de Fransia. Po aluego, ese aire se pasea por lo purmone,
¬ Joder, Joaquín, ¿Ya estás con otro faratute? ¿Qué consideración filosófica me vas a endilgar ahora?
¬ Po que mientra que el aire se pasea por endentro de uno, el coche, llega a lo Pirineo, pasa a España, y cuando suertas el laire, te has llevao un puñao de Fransia a España, como cuando pone un giro de franco a peseta.
¬ “Hay-que-joderse-lo-que-es-la- vida-esta” Remeda Justo a su pensador cuñado.
¬ Pos sí. Hay arguna cosas, que tiene miga la cosa. Manque te burles.
¬ No hombre, no. No me burlo: Todo tiene un principio y un fin.
¬ ¿El aire tiene un principio?
¬ No. El despertarse de un cerebro privilegiado como el tuyo.
Un gesto de satisfacción del filósofo avizor, demuestra al conductor adormecido por la verborrea del primero, que no se ha enterado de su burla.
En el transcurso de esta vuelta a la supuesta Alcarria particular de Joaquín, se pararon a hacer fotos en el mirador del salto del fraile, y de unos molinos de viento, delante de uno de los cuales, estaba Don Quijote en su Rocinante, y Sancho con la burra, de yerro colado todo el grupo. La Carmensilla, la hija de Juan Antonio, se agarra a la cola de Rocinante que parece que le impide caminar, y Justo le saca una foto muy graciosa.
Los planes de los viajeros también cambian: Ahora deciden de ir directamente a lo de Alfonso, a santa Elena, por lo ajustado e la hora, y comer allí. Rafael abre la marcha por haber estado ya varias veces con su cuñado Ildefonso y conocer pues, el camino más corto:
¬ Pasaremos por Bailén, Juuusto: Si no quieres ver el sitio donde le cascaron a Napoleón, no mires para la derecha.
La caseta de La Renfe, donde vive Alfonso y familia, está por debajo de santa Elena, en un desnivel de por lo menos treinta metros. O sea: Que las vías siguen la vaguada y el pueblo está en el cogollo de la montaña. Da la impresión que te hundes en el mismísimo infierno. Desde luego, el calor te lo recuerda.
Rafael se para antes de atravesar las vía, en el paso a nivel. Justo detrás de él y Francisco se va a una chicha sombra que le refresca medio coche. La familia de los Giménez, se reencuentra y ¡ay! De ellos, ¡Ay de ay! ¡Ay de mi madre! ¡Ay de mi hermano! Hay de mis nietecillos! ¡Ay de los rosales! ¡Ay del rio que hay ahí!
Su cometido realizado, con gorra o sin gorra de plato, el chofer de esta fratría Gimeno/ Hernández, asociados, deja que los otros se ocupen de los bártulos y se va para el pequeño lago que forma el Guarriza, enfrente de la caseta y se zambulle en su agua tibia, fresca, clara.
¬ Caramba, cuñado, en vez de venir a beberte un trago de Valdepeñas conmigo, agarras y te vas, al charco a saludar a los peces.
¬ Ya voy, ya voy, hombre; es que estaba asado de calor del viaje en el coche. Pero ese trago enseguida lo recupero.
Comimos cordero asado, bebimos de la reserva de Alfonso hasta emborracharnos – nosotros, él no – y liquidamos dos sandías, a razón de dos tajadas por cabeza.
¬ ¡Lo que es la vida ésta! Marmoteaba Joaquín en su rincón, quién sabe en qué pensando. Por prudencia, nadie le pregunta “que es esa vida” que tanto le ensimisma.
Ensimismamiento que le va a durar todo el viaje desde santa Elena a la tierra (de su) prometida. Durante el viaje, el chófer, cansado de escuchar informaciones catastróficas, y canciones de salidos del Cotolengo Justo pide a su suegra, que le cante una de sus canciones, de pájaros, de san Antonio, o del tío que mató a su mujer por celos y acabó al mimo tiempo con la vida del hijo que le estaba gestando: “ Y el malvado que hizo esto, reviente por los ijares”
Una pensión en el centro del pueblo, acoge a toda la smalhá, Juan A. Al, Francisco, Mujeres, cuñados y sobrinos.
Ni referirlo es necesario, que Joaquín, obnubilado por lado rojo oscuro de la Marteña, ni se toma el tiempo de refrescarse, planta a la familia en la pensión y se va en busca de la parte que no se le va de su, para todo el resto, embotado cerebelo.
Justo está de mal humor, por una muela que le ha empezado a doler, precisamente hoy, lo que quiere decir que mañana, va a estar rabiando, no podrá beber cosas frescas, no podrá comer pavo, si pavo ponen en la convidada. Cada vez que cambia de aguas, le revienta una muela. Malo de tratar fura de su país de inscripción a la seguridad social. Pueden surgir problemas mayores. Puede quedarse bloqueado de la mandíbula. Puede infestársele. Al menos eso le dijo el penúltimo dentista, que le aconsejó que se fuera a Francia a sacársela.
Alfonso viene en su ayuda:
¬ ¿Qué te duele una muela? Pues tienes suerte: Precisamente ahí enfrente – Están en el bar de la pensión – hay un dentista que yo conozco de cuando estuve destacado aquí, por la Renfe, que es muy buen sacamuelas, y vamos a ir a ver si te la quiere sacar.
El estomatólogo los recibe en su despacho, una pieza sombría, llena de libracos y revistas, poca luz, mucha mugre en las pinturas de las paredes, y en un reclinatorio, o tres pies de esos que usaban los monjes para leer sus voluminosos manuscritos, una caja con tenazas, pinzas escálpeles, y otros utensilios de cromo empañado, tal vez de extracción dental
¬ JP, ha retrocedido unos pasos al ver el cuadro clínico de la clínica del odontólogo, que de por sí está bastante desdentado, puede ser que de sus anteriores ensayos en su dentadura misma.
¬ Esto, Ilde… ¿No sería mejor que esperar a mañana a ver si se me pasa?
¬ Buenas, doctor. ¿Me recuerda? Me sacó un par de muelas y,
¬ El ferroviario. Ya le recuerdo. ¿Qué? ¿Le sacamos las que le quedan?
¬ No señor; a mí no. Pero si pudiera sacarle una podrida que se le ha despertado a mi cuñado… Que también es mala suerte la suya. Viene a Martos a casar un hermano mío, y le da una rabieta de muela, cuando mañana tiene un banquete…
¬ A quién, a este mozuelo.
¬ No. No es un muchelo. Es que es garduño, y lo parece.
¬ Digo este mozo.
¬ Ni tan siquiera eso, que está casado con una hermana mía, y ya tiene tres hijos.
¬ Trabaja contigo en la Renfe, también.
¬ No él vive en Francia.
¬ Lo digo por hacerle las mismas condiciones que a los ferroviarios.
¬ Hombre, doctor, se las puede hacer. No por ser ferroviario, popr por ser familia mía.
¬ ¿A ver, a ver? – Ha rebuscado en sus herramientas, y se acerca a Justo, con unos alicates de lo más parecido a unas tenazas de carpintero - ¿Es ésta? – Está hurgando en la boca de JP, con dos dedos le desencaja la mandíbula - ¿Ésta?
¬ Hujuú, éja - articula justo con gran dificultad.
¬ ¿Seguro que es éeeeta?
¬ ¡Hay que jodese! ¡Lo que es la vida esta! Ayer en Fransia, hoy en Madrí, y mañana, ¿quién puede desir, si en Martos u en otro sitio?
¬ Pues, ¿Qué encuentras de extraordinario, que viajando, cambies de lugar?
¬ ¿Tú no lo persive, como yo?
¬ ¿Qué tengo que percibir, Joaquín?
¬ ¡Coño! ¿No me escucha? Por ejemplo: Tú sale de Lyon, y en el bulevar Sintura, saca la cabeza pol la ventanilla, y respira de gorpe, un buen trago de aire de Fransia. Po aluego, ese aire se pasea por lo purmone,
¬ Joder, Joaquín, ¿Ya estás con otro faratute? ¿Qué consideración filosófica me vas a endilgar ahora?
¬ Po que mientra que el aire se pasea por endentro de uno, el coche, llega a lo Pirineo, pasa a España, y cuando suertas el laire, te has llevao un puñao de Fransia a España, como cuando pone un giro de franco a peseta.
¬ “Hay-que-joderse-lo-que-es-la- vida-esta” Remeda Justo a su pensador cuñado.
¬ Pos sí. Hay arguna cosas, que tiene miga la cosa. Manque te burles.
¬ No hombre, no. No me burlo: Todo tiene un principio y un fin.
¬ ¿El aire tiene un principio?
¬ No. El despertarse de un cerebro privilegiado como el tuyo.
Un gesto de satisfacción del filósofo avizor, demuestra al conductor adormecido por la verborrea del primero, que no se ha enterado de su burla.
En el transcurso de esta vuelta a la supuesta Alcarria particular de Joaquín, se pararon a hacer fotos en el mirador del salto del fraile, y de unos molinos de viento, delante de uno de los cuales, estaba Don Quijote en su Rocinante, y Sancho con la burra, de yerro colado todo el grupo. La Carmensilla, la hija de Juan Antonio, se agarra a la cola de Rocinante que parece que le impide caminar, y Justo le saca una foto muy graciosa.
Los planes de los viajeros también cambian: Ahora deciden de ir directamente a lo de Alfonso, a santa Elena, por lo ajustado e la hora, y comer allí. Rafael abre la marcha por haber estado ya varias veces con su cuñado Ildefonso y conocer pues, el camino más corto:
¬ Pasaremos por Bailén, Juuusto: Si no quieres ver el sitio donde le cascaron a Napoleón, no mires para la derecha.
La caseta de La Renfe, donde vive Alfonso y familia, está por debajo de santa Elena, en un desnivel de por lo menos treinta metros. O sea: Que las vías siguen la vaguada y el pueblo está en el cogollo de la montaña. Da la impresión que te hundes en el mismísimo infierno. Desde luego, el calor te lo recuerda.
Rafael se para antes de atravesar las vía, en el paso a nivel. Justo detrás de él y Francisco se va a una chicha sombra que le refresca medio coche. La familia de los Giménez, se reencuentra y ¡ay! De ellos, ¡Ay de ay! ¡Ay de mi madre! ¡Ay de mi hermano! Hay de mis nietecillos! ¡Ay de los rosales! ¡Ay del rio que hay ahí!
Su cometido realizado, con gorra o sin gorra de plato, el chofer de esta fratría Gimeno/ Hernández, asociados, deja que los otros se ocupen de los bártulos y se va para el pequeño lago que forma el Guarriza, enfrente de la caseta y se zambulle en su agua tibia, fresca, clara.
¬ Caramba, cuñado, en vez de venir a beberte un trago de Valdepeñas conmigo, agarras y te vas, al charco a saludar a los peces.
¬ Ya voy, ya voy, hombre; es que estaba asado de calor del viaje en el coche. Pero ese trago enseguida lo recupero.
Comimos cordero asado, bebimos de la reserva de Alfonso hasta emborracharnos – nosotros, él no – y liquidamos dos sandías, a razón de dos tajadas por cabeza.
¬ ¡Lo que es la vida ésta! Marmoteaba Joaquín en su rincón, quién sabe en qué pensando. Por prudencia, nadie le pregunta “que es esa vida” que tanto le ensimisma.
Ensimismamiento que le va a durar todo el viaje desde santa Elena a la tierra (de su) prometida. Durante el viaje, el chófer, cansado de escuchar informaciones catastróficas, y canciones de salidos del Cotolengo Justo pide a su suegra, que le cante una de sus canciones, de pájaros, de san Antonio, o del tío que mató a su mujer por celos y acabó al mimo tiempo con la vida del hijo que le estaba gestando: “ Y el malvado que hizo esto, reviente por los ijares”
Una pensión en el centro del pueblo, acoge a toda la smalhá, Juan A. Al, Francisco, Mujeres, cuñados y sobrinos.
Ni referirlo es necesario, que Joaquín, obnubilado por lado rojo oscuro de la Marteña, ni se toma el tiempo de refrescarse, planta a la familia en la pensión y se va en busca de la parte que no se le va de su, para todo el resto, embotado cerebelo.
Justo está de mal humor, por una muela que le ha empezado a doler, precisamente hoy, lo que quiere decir que mañana, va a estar rabiando, no podrá beber cosas frescas, no podrá comer pavo, si pavo ponen en la convidada. Cada vez que cambia de aguas, le revienta una muela. Malo de tratar fura de su país de inscripción a la seguridad social. Pueden surgir problemas mayores. Puede quedarse bloqueado de la mandíbula. Puede infestársele. Al menos eso le dijo el penúltimo dentista, que le aconsejó que se fuera a Francia a sacársela.
Alfonso viene en su ayuda:
¬ ¿Qué te duele una muela? Pues tienes suerte: Precisamente ahí enfrente – Están en el bar de la pensión – hay un dentista que yo conozco de cuando estuve destacado aquí, por la Renfe, que es muy buen sacamuelas, y vamos a ir a ver si te la quiere sacar.
El estomatólogo los recibe en su despacho, una pieza sombría, llena de libracos y revistas, poca luz, mucha mugre en las pinturas de las paredes, y en un reclinatorio, o tres pies de esos que usaban los monjes para leer sus voluminosos manuscritos, una caja con tenazas, pinzas escálpeles, y otros utensilios de cromo empañado, tal vez de extracción dental
¬ JP, ha retrocedido unos pasos al ver el cuadro clínico de la clínica del odontólogo, que de por sí está bastante desdentado, puede ser que de sus anteriores ensayos en su dentadura misma.
¬ Esto, Ilde… ¿No sería mejor que esperar a mañana a ver si se me pasa?
¬ Buenas, doctor. ¿Me recuerda? Me sacó un par de muelas y,
¬ El ferroviario. Ya le recuerdo. ¿Qué? ¿Le sacamos las que le quedan?
¬ No señor; a mí no. Pero si pudiera sacarle una podrida que se le ha despertado a mi cuñado… Que también es mala suerte la suya. Viene a Martos a casar un hermano mío, y le da una rabieta de muela, cuando mañana tiene un banquete…
¬ A quién, a este mozuelo.
¬ No. No es un muchelo. Es que es garduño, y lo parece.
¬ Digo este mozo.
¬ Ni tan siquiera eso, que está casado con una hermana mía, y ya tiene tres hijos.
¬ Trabaja contigo en la Renfe, también.
¬ No él vive en Francia.
¬ Lo digo por hacerle las mismas condiciones que a los ferroviarios.
¬ Hombre, doctor, se las puede hacer. No por ser ferroviario, popr por ser familia mía.
¬ ¿A ver, a ver? – Ha rebuscado en sus herramientas, y se acerca a Justo, con unos alicates de lo más parecido a unas tenazas de carpintero - ¿Es ésta? – Está hurgando en la boca de JP, con dos dedos le desencaja la mandíbula - ¿Ésta?
¬ Hujuú, éja - articula justo con gran dificultad.
¬ ¿Seguro que es éeeeta?