Ahí en el
rincón de la
iglesia, habia un agujero donde las abejas hacian sus panales, en
verano se derretia y caía resbalandose por la pared, algunas veces cogiamos y metiamos la mano en la oquedad, y tan rica que nos sabia la miel que se nos pegaba en la mano.Seguimos unos metros mas y nos encontrabamos con los boliches de la verja, donde nos pasabamos las horas dando la matraca con ellos.