Paseando el pasado sábado por este lugar, me adentré en lo que fué la casita, junto a la ribera, en la que vivió la Señora María(la lavandera)y donde alguna que otra vez tomé , en otra época, un café que ella con cariño y afecto me ofreció.Solo quedan paredes derruidas por el tiempo , pero su espíritu estaba allí, en cada una de sus piedras.El gallinero semiderruido y algún tendedero se resistía a abandonar su primitivo enclave.Mientras saboreaba el café de puchero me contó, reiteradamente, la historia de un toro que escapó de la Plaza Grande en un día de corrida, por la feria, y se presentó en el postigo de su puerta.Ella le hablaba porque pensaba que era manso y el toro se dió la media vuelta y obedeció a la viejecita, marchandose por esos campos , lejos de la casa de María.Esto no es un cuento , es la pura verdad.¡Cómo pasa el tiempo¡...Francis.