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ALMENDRAL: Como a los que aman La Ciencia...

Como a los que aman La Ciencia
Gaya o La Matemática
gustan decir en su consciencia,
en el principio fue el Caos,
la divagación errática;
pero la madre paciencia
sin ser nada hermética
con su natural sapiencia
les enseño a separar la paja vana
del fruto de los cacaos.

Era Manolo, jardinero del parque de la Fuente del Concejo del Lalmendral, natural de Nogales (Badajoz). Era un hombre ágil de remos y un magnífico cultivador de plantas silvestres y de otras modificadas y adaptadas al medio humano, para placer y disfrute de bípedos poco menos que desbrozados.
Cuando chico, trabajando con su familia en un cortijo de la falda de Monsalud, la que da a su pueblo natal, tenían un chucho grande, un mastín creo, entre otras cosas porque el lugar es agreste como bien sabes mocita, y siempre hay alimañas dispuestas a arramblar con lo que pillen por delante, sea de una familia que sobrevive en un medio hostil o producto de la propia naturaleza y el, el can, era un guardián celoso. Por los tiempos que corrían quizá y para que quedara bien claro quien era el jefe en aquél sector serrano, su nombre era Azaña. Un día, llegaron al cortijo unas alimañas y, ante las agresivas muestras que hacia ellos daba el animal, dispuestos a pegarle cuatro tiros y a l interponerse Manolo, le preguntaron que cómo se llamaba el perro y él, asustado de que culminaran su amenaza, tartajeando más aún de lo normal por el miedo, les dijo que no tenía nombre, que sólo se llamaba perro.
Desde que él dejó de cuidar este jardín, todo el parque ha ido de mal en peor, hasta llegar al estado de degradación en que está hoy.
Yo, hoy duendín amante de los campos, fuentes, praderas, regatos y montañas, que tantos malos ratos te hice pasar siendo chico y a quien tantas broncas echaste, te doy las gracias, donde quiera que estés ahora por la paciencia que tuviste conmigo y por tu buen hacer.

Viene todo esto a cuento, porque veo por esta nuestra Carcundia, la proliferación de macetas sin flores, improductivas, inodoras y el montón de floreros con flores inútiles, conteniendo flores carentes de fragancia que más parecen de las del todo a cien, tan bonitas de lejos, tan impermeables y resistentes a los cambios climáticos, tan duraderas que, estos días, aprovechando las circunstancias, se pondrán nuevas ante las lápidas que tapan las puertas de los sepulcros donde están todos aquellos seres que nos precedieron y, que ya han dejado de preocuparse si el salón de juntas del Arrejuntamiento local, está presidido por un centro de mesa multicolor o por un anodino florero de los muchos que se venden en las tiendas de barato regidas por paquistaníes. Esos que hacen tan bonito en cualquier despacho y que, sólo sirven para lo que sirven.
Salud.