Soberbias en su soberbia
vuelan las pajillas del camino
que van de este a aquél ojo
alocadas en su desatino
unido en gran manojo
nunca hecho con rastrojo
por zambo mulo pisado
cojintranco y mal herrado
soportando sobre el lomo
la viga de su destino.
Oh tú,
señor del vino
que vino
en un barquito de vela
y luego se fue otra vez.
Tú, que cercenas,
tajas, corta,
rompes y rasga
sin pararte una miaja
a pensar que abortas
engendro, fruto,
parte alícuota
que escapa
evitando la capa
del negro silencio
que tapa,
con la paz del cementerio.
Salud
vuelan las pajillas del camino
que van de este a aquél ojo
alocadas en su desatino
unido en gran manojo
nunca hecho con rastrojo
por zambo mulo pisado
cojintranco y mal herrado
soportando sobre el lomo
la viga de su destino.
Oh tú,
señor del vino
que vino
en un barquito de vela
y luego se fue otra vez.
Tú, que cercenas,
tajas, corta,
rompes y rasga
sin pararte una miaja
a pensar que abortas
engendro, fruto,
parte alícuota
que escapa
evitando la capa
del negro silencio
que tapa,
con la paz del cementerio.
Salud