¿QUIÉN ES EL ENVIDIOSO?
Envidia cuando queremos lo que tiene otro. Cuando
tenemos
complejo de inferioridad, de inseguridad y de disconformidad con nuestro ser y
con todo aquello que tenemos. Lo que tenemos resulta poco. No nos hace feliz.
Somos envidiosos cuando nuestras mentes no gozan de pleno estado de salud
mental y no somos felices con nuestros logros, porque nunca nos conformamos con
lo que nos ha dado la vida; con el sendero que elegimos transitar o con lo que nos
ha tocado ser en este mundo en el cual hemos de vivir.
Desarrollamos
nuestra envidia molestando a otros, deseándoles el mal, riéndonos o
regocijándonos cuando al otro le va mal en lo que hace.
Algunas
personas ya nacen con la característica tan peculiar pero ampliamente compartida
por otras en este mundo de ser envidiosas. Aunque tratemos muchas veces de
ocultarlo, o de eludirlo, ya sea por vergüenza a quedar desprevenidamente
descubiertos por aquellos que están en nuestro círculo familiar, de amigos, o en
el laboral, ser envidioso es algo detectable.
Sentimos
envidia cuando vemos que nuestro vecino por describirlo así, puesto que podría
ser tranquilamente una Persona allegada consigue un empleo mejor remunerado
que el anterior, aquel en el que durante 10 años no logró progresar finalmente
un día la vida le sonríe, y le regala un golpe de suerte, en recompensa por su incesante
búsqueda. Y es entonces cuando, luego de un año de haber trabajado jornadas
extenuantes y demandantes bajo un estresante círculo vicioso laboral, repunta
en su profesión, logra comprarse una modesta casa por medio de un pequeño
crédito bancario, y consigue formar una familia. Pero, como si esto fuese poco
para la envidia del envidioso, nuestro vecino, además, se desarrolla en un
hermoso y sano círculo de personas de iguales características, las cuales sienten
que, aunque es poco lo que tienen, Dios o el mundo, o las vueltas de esta vida
le han facilitado todo y, agradecidas, han aprendido a valorar lo que con su
esfuerzo y devoción han obtenido. Y es por dicha razón, que respetan sus logros
y son conscientes de sus limitaciones al igual que el aquí llamado “vecino”. Pero,
como si ésto fuera poco para contribuir con la perforación de la úlcera del
envidioso, este vecino es solemnente aceptado por sus semejantes, querido por
sus amigos, compañeros de trabajo, pero es incisivamente y silenciosamente odiado
y maldecido por el envidioso, quien siempre estará cerca para decirle: “ ¡Y
bueno, en todo no te puede ir bien! ¡Era hora de que te equivocaras! ¡No puede
ser que siempre te vaya bien cuando no te lo mereces!”. Es ahí cuando el
“vecino” se dará, quizás prematuramente o tardíamente, cuenta de que, la
persona que le rodeaba, no es más que un nido de víboras esperando para arremeter
contra él y alborozarse de su desdicha y, por lo tanto, decidirá tomar otro
camino que lo mantenga alejado de la lengua viperina del envidioso.
Yo solo quiero mostraros el sentido de la burla, el despecho, las descalificaciones, y también como no la envidia,
Nunca penséis “él que piensa mal”, que me dirijo en concreto a nadie, solo es un escrito mas en el que no pronuncio nada de política, por que al final la política es un arma de varios filos, para unos es buena y para otros es desastrosa,
Señores aludidos por mi anterior escrito, pido disculpas si te sentiste ofendido.
FELIZ AÑO 2010:
Envidia cuando queremos lo que tiene otro. Cuando
tenemos
complejo de inferioridad, de inseguridad y de disconformidad con nuestro ser y
con todo aquello que tenemos. Lo que tenemos resulta poco. No nos hace feliz.
Somos envidiosos cuando nuestras mentes no gozan de pleno estado de salud
mental y no somos felices con nuestros logros, porque nunca nos conformamos con
lo que nos ha dado la vida; con el sendero que elegimos transitar o con lo que nos
ha tocado ser en este mundo en el cual hemos de vivir.
Desarrollamos
nuestra envidia molestando a otros, deseándoles el mal, riéndonos o
regocijándonos cuando al otro le va mal en lo que hace.
Algunas
personas ya nacen con la característica tan peculiar pero ampliamente compartida
por otras en este mundo de ser envidiosas. Aunque tratemos muchas veces de
ocultarlo, o de eludirlo, ya sea por vergüenza a quedar desprevenidamente
descubiertos por aquellos que están en nuestro círculo familiar, de amigos, o en
el laboral, ser envidioso es algo detectable.
Sentimos
envidia cuando vemos que nuestro vecino por describirlo así, puesto que podría
ser tranquilamente una Persona allegada consigue un empleo mejor remunerado
que el anterior, aquel en el que durante 10 años no logró progresar finalmente
un día la vida le sonríe, y le regala un golpe de suerte, en recompensa por su incesante
búsqueda. Y es entonces cuando, luego de un año de haber trabajado jornadas
extenuantes y demandantes bajo un estresante círculo vicioso laboral, repunta
en su profesión, logra comprarse una modesta casa por medio de un pequeño
crédito bancario, y consigue formar una familia. Pero, como si esto fuese poco
para la envidia del envidioso, nuestro vecino, además, se desarrolla en un
hermoso y sano círculo de personas de iguales características, las cuales sienten
que, aunque es poco lo que tienen, Dios o el mundo, o las vueltas de esta vida
le han facilitado todo y, agradecidas, han aprendido a valorar lo que con su
esfuerzo y devoción han obtenido. Y es por dicha razón, que respetan sus logros
y son conscientes de sus limitaciones al igual que el aquí llamado “vecino”. Pero,
como si ésto fuera poco para contribuir con la perforación de la úlcera del
envidioso, este vecino es solemnente aceptado por sus semejantes, querido por
sus amigos, compañeros de trabajo, pero es incisivamente y silenciosamente odiado
y maldecido por el envidioso, quien siempre estará cerca para decirle: “ ¡Y
bueno, en todo no te puede ir bien! ¡Era hora de que te equivocaras! ¡No puede
ser que siempre te vaya bien cuando no te lo mereces!”. Es ahí cuando el
“vecino” se dará, quizás prematuramente o tardíamente, cuenta de que, la
persona que le rodeaba, no es más que un nido de víboras esperando para arremeter
contra él y alborozarse de su desdicha y, por lo tanto, decidirá tomar otro
camino que lo mantenga alejado de la lengua viperina del envidioso.
Yo solo quiero mostraros el sentido de la burla, el despecho, las descalificaciones, y también como no la envidia,
Nunca penséis “él que piensa mal”, que me dirijo en concreto a nadie, solo es un escrito mas en el que no pronuncio nada de política, por que al final la política es un arma de varios filos, para unos es buena y para otros es desastrosa,
Señores aludidos por mi anterior escrito, pido disculpas si te sentiste ofendido.
FELIZ AÑO 2010: