Francamente mocita, mira que si a la muerte del dictador y comienzos del desmantelamiento de la tramoya por la que el régimen por él impuesto a los españolitos de a píe hacía que todos pasaran, en vez de eso, desmontarla nada más y hacer la vista gorda sobre todos aquellos deleznables aconteceres entre el treinta y nueve y el setenta y cinco del pasado siglo.
Si en vez de eso, sólo de eso, se hubiese exigido a quienes estaban encargados de su manejo las responsabilidades en las que habían incurrido a lo largo de cuatro ominosas décadas y se le hubiere llevado ante un tribunal como, por ejemplo, Nürenberg, puede que ahora, sus herederos, no se dedicaran a obstaculizar las labores encaminadas a recuperar tantos cuerpos que yacen por estas cunetas y descampados de las Españas. Puede, que incluso, no se permitiera que se organizasen bajo el paraguas protector de algunos partidos políticos esos apologetas, apóstoles defensores de los mismos hechos reprobables que causaron la muerte de tantas y tantas personas y la desesperación y miseria de tantas y tantas familia.
Puede, pero no se hizo, y como no se hizo, ahora se dan estas paradojas incomprensibles para las personas normales, en las que los jueces son acusados y admitidas a trámites las acusaciones aún a sabiendas, de su falta de fundamento, con el añadido, de que quienes las impulsan, sólo pretenden ganar tiempo y, de paso, desacreditar a personas que llevan toda su vida, intentando obtener pruebas encaminadas a desarticular células dañinas perjudiciales para la salud de una sociedad pacífica que odia la violencia, y que, una vez obtenidas estas y detenidos los autores materiales o intelectuales de las mismas, colocarlos a buen recaudo.
Tengo pendiente explicarte, cómo transcurrió el día veintiuno de los corriente, un pequeño pera gran acto de reconocimiento por parte de una sociedad civilizada ya muy madura después de más de treinta años de cuasi régimen democrático, a unas mujeres y hombres, que han llegado vivos hasta aquí a pesar de de que hubo muchos de estos que dicen ser tan respetuosos con las leyes, (siempre que se apliquen a los demás) que intentaron impedírselo. Pero otro día será.
Salud.
Si en vez de eso, sólo de eso, se hubiese exigido a quienes estaban encargados de su manejo las responsabilidades en las que habían incurrido a lo largo de cuatro ominosas décadas y se le hubiere llevado ante un tribunal como, por ejemplo, Nürenberg, puede que ahora, sus herederos, no se dedicaran a obstaculizar las labores encaminadas a recuperar tantos cuerpos que yacen por estas cunetas y descampados de las Españas. Puede, que incluso, no se permitiera que se organizasen bajo el paraguas protector de algunos partidos políticos esos apologetas, apóstoles defensores de los mismos hechos reprobables que causaron la muerte de tantas y tantas personas y la desesperación y miseria de tantas y tantas familia.
Puede, pero no se hizo, y como no se hizo, ahora se dan estas paradojas incomprensibles para las personas normales, en las que los jueces son acusados y admitidas a trámites las acusaciones aún a sabiendas, de su falta de fundamento, con el añadido, de que quienes las impulsan, sólo pretenden ganar tiempo y, de paso, desacreditar a personas que llevan toda su vida, intentando obtener pruebas encaminadas a desarticular células dañinas perjudiciales para la salud de una sociedad pacífica que odia la violencia, y que, una vez obtenidas estas y detenidos los autores materiales o intelectuales de las mismas, colocarlos a buen recaudo.
Tengo pendiente explicarte, cómo transcurrió el día veintiuno de los corriente, un pequeño pera gran acto de reconocimiento por parte de una sociedad civilizada ya muy madura después de más de treinta años de cuasi régimen democrático, a unas mujeres y hombres, que han llegado vivos hasta aquí a pesar de de que hubo muchos de estos que dicen ser tan respetuosos con las leyes, (siempre que se apliquen a los demás) que intentaron impedírselo. Pero otro día será.
Salud.