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ALMENDRAL: ¿Ya te he contado mocita que, el sábado pasado me disfracé...

¿Ya te he contado mocita que, el sábado pasado me disfracé de pirata? Pues sí, pero de pirata honrado, con mi pata de palo y mi trapo en el ojo, no como estos modernos con residencia en Wall Street. O en cualquier otro sitio, depende de con qué banco especule.

Los de mi comparsa, que son ellos así de simpáticotes, para ilustrar un poco el tema del que íbamos, sólo se le ocurrió escribir en la pancarta que abría la marcha eso de: SÉ SOLIDARIO, APADRINA A UN BANQERO. Eso sí, con letras de colorines.

Los que íbamos en la montonera, llevábamos otras individuales más pequeñas confeccionadas por nosotros mismos. En la que hice, sólo pinté esquemáticamente unos cuantos ciervos y buflones cazando ministros, entre retamas, jarales, tomillo y hermosos olivares.
Esto de la caza de ministros, jueces, concejales, consejeros de autonomías y hasta de sus presidentes, es una especie de divertimento cinegético nacional que, según dicen las lenguas de doble y hasta las de triple filo, es un negocio que se paga muy bien, por eso debe ser, está tan bien regulado desde los tiempos en que se pescaban tiburones con caña desde la borda del buque Azor, en una ley llamada de caza y pesca, creo.
Otros pintaron a Mortadelo y Filemón junto a la Esperanza, simbolizada en un oso y, otros, a doña Ambiciones peleando contra doña Avaricia, representada esta por una de esas cajas de ahorro que dicen que son muy altruistas y sin ánimo de lucro.

En el desfile, detrás de nosotros venían unos cuantos desharrapados vestidos con ropajes floreados como jardín a últimos de mayo, de largas greñas y chupando de unos cilindrotes que decían que estaban hechos con yerbas. Chupaban y de vez en cuando nos echaban a nosotros un poco de humo. No sé si era por aquel vapor, por el agobio de tanta gente y tanta música pachanguera junto con la rechifla generalizada, el caso es que enseguida me vi sumergido en una especie de mundo encantado en el que hasta las más humildes edificaciones estaban hechas con ladrillos que eran o parecían ser, fajos de billetes de mil euros. No sé cuándo me desvanecí, pero al despertar, me hallaba en mi cubil del latrio y me faltaba el parche del ojo y la pata de palo.
Salud.